Fernando Tello

Fernando Tello

Redactor & Photo

DISCO DEL MES DE ABRIL DE 2013

Sony Music

Fotos: Carles Rodríguez

La historia de Sidonie es lo que le puede pasar a muchos en este mundo, no sólo de la música, sino también en el ámbito particular. Es un quiero pero no quiero, es un que sí pero que no. Porque Sidonie anduvo durante un tiempo por la ya cada vez más delgada línea que existe entre la música más comercial, que sin dudarlo es al final lo que te da más éxito, para que nos vamos a engañar. Creo que no pasa nada por que seas más comercial, eso es problema del que te pone la etiqueta y lo que tu compañía quiera poner en la mesa para que te pongan más en las malditas radiofórmulas. Pero, al final, lo que tiene que pasar es que uno mismo tiene que estar contento con lo que hace. Sin formulismos varios y disgregaciones que no llevan a nada, Sidonie lleva haciendo lo que quiere desde hace ya muchos años. Son siete variados largos los que contemplan a la banda de Barcelona y desde la psicodelia inicial cantada en inglés de su disco homónimo “Sidonie” (2001) y “Shell Kids”(2003) se fueron transformando  para, a partir de “Fascinado”(2005), cantar en castellano y llenando de cada vez más adeptos las salas de sus conciertos hasta el punto de encontrarse en la promo de “El Incendio”(2010) con un público un punto menos independiente y más acostumbrado a otro tipo de conciertos.

Entonces lo fácil hubiera sido facturar otro disco similar al anterior para ser uno de los grupos de referencia en todo el territorio nacional. Pero seguro que a Sidonie no le apetecía, por lo que nació “El Fluido García” (2011) y la vuelta a unos sonidos más Sidonianos, si se me permite la expresión, mucho más psicodélicos y guitarreros, llenos de melodías de un pop menos popular pero más estructural y más parecidos a su primer trabajo con el que se llevaron de calle a toda la familia más underground nacional. El cambio no obtuvo el éxito entre los no iniciados en lo que siempre ha gustado a Sidonie y a sus fans supervivientes de sus primeras composiciones. Y ahora qué, pues sorpresa, dejan de lado todo lo anterior y nace un nuevo concepto de lo que es Sidonie. Con la base de siempre, esa melodía pop inconfundible,  con la batería de Axel Pi marcando los ritmos, el talento de Marc Ross en la composición, y las potentes líneas de bajo de Jess Serna, el trío se tira desde la plataforma de saltos del mundial de natación para adentrarse en el mundo de la electrónica y los sintetizadores, eso sí de la manera más analógica posible. Estamos ante la salida a escena de las influencias que la banda tenía guardadas en sus cabezas, los Kraftwerk, Brian Eno, OMD o los Pet Shop Boys. Temas que sonaban cada vez más potentes en sus cabezas y que tenían que salir a la luz por la presión que estaban ejerciendo ya.

Y en parte la culpa la tiene un anticuario que les vendió por poco más de 70 euros un destartalado órgano marca Lowrey, si, si lo que se podría decir que fue el primer sintetizador de lo 60. Vendido como un teclado para el hogar en las decádas de los sesenta y los setenta, tenia lo que denominaban un acompañamiento automático. Sir Paul McCartney lo usó para la introducción de “Lucy In The Sky With Diamonds” o los Who en su ahora más reconocible “Baba O’Riley” y en los primeros temas de The Band. Esto es el principio de una relación intensa para la realización de éste “Sierra y Canadá”.

Y además, y por primera vez casi todos los temas del disco tienen una línea argumental pensada. Sierra y Canadá son los dos personajes que protagonizan la historia de amor asincrónico que nos cuenta el disco. Dicha asincronía se debe a que estos dos seres se enamoraron a destiempo, es decir, que sintieron lo mismo el uno por el otro pero nunca en el mismo momento. Ella se fue antes de que llegara él y así se invirtieron los papeles para intercambiarse el sentimiento. Es como un accidente automovilístico provocado por no haber respetado las luces del semáforo. Un coche arranca antes de que se ilumine el disco verde y el otro acelera y apura para llegar antes de que se ponga en rojo. El choque es inevitable y todo parece detenerse en ese instante ambarino.

Entonces lo fácil hubiera sido facturar otro disco similar al anterior para ser uno de los grupos de referencia en todo el territorio nacional. Pero seguro que a Sidonie no le apetecía, por lo que nació “El Fluido García” (2011) y la vuelta a unos sonidos más Sidonianos, si se me permite la expresión, mucho más psicodélicos y guitarreros, llenos de melodías de un pop menos popular pero más estructural y más parecidos a su primer trabajo con el que se llevaron de calle a toda la familia más underground nacional. El cambio no obtuvo el éxito entre los no iniciados en lo que siempre ha gustado a Sidonie y a sus fans supervivientes de sus primeras composiciones. Y ahora qué, pues sorpresa, dejan de lado todo lo anterior y nace un nuevo concepto de lo que es Sidonie. Con la base de siempre, esa melodía pop inconfundible,  con la batería de Axel Pi marcando los ritmos, el talento de Marc Ross en la composición, y las potentes líneas de bajo de Jess Serna, el trío se tira desde la plataforma de saltos del mundial de natación para adentrarse en el mundo de la electrónica y los sintetizadores, eso sí de la manera más analógica posible. Estamos ante la salida a escena de las influencias que la banda tenía guardadas en sus cabezas, los Kraftwerk, Brian Eno, OMD o los Pet Shop Boys. Temas que sonaban cada vez más potentes en sus cabezas y que tenían que salir a la luz por la presión que estaban ejerciendo ya.

Y en parte la culpa la tiene un anticuario que les vendió por poco más de 70 euros un destartalado órgano marca Lowrey, si, si lo que se podría decir que fue el primer sintetizador de lo 60. Vendido como un teclado para el hogar en las decádas de los sesenta y los setenta, tenia lo que denominaban un acompañamiento automático. Sir Paul McCartney lo usó para la introducción de “Lucy In The Sky With Diamonds” o los Who en su ahora más reconocible “Baba O’Riley” y en los primeros temas de The Band. Esto es el principio de una relación intensa para la realización de éste “Sierra y Canadá”.

Y además, y por primera vez casi todos los temas del disco tienen una línea argumental pensada. Sierra y Canadá son los dos personajes que protagonizan la historia de amor asincrónico que nos cuenta el disco. Dicha asincronía se debe a que estos dos seres se enamoraron a destiempo, es decir, que sintieron lo mismo el uno por el otro pero nunca en el mismo momento. Ella se fue antes de que llegara él y así se invirtieron los papeles para intercambiarse el sentimiento. Es como un accidente automovilístico provocado por no haber respetado las luces del semáforo. Un coche arranca antes de que se ilumine el disco verde y el otro acelera y apura para llegar antes de que se ponga en rojo. El choque es inevitable y todo parece detenerse en ese instante ambarino.

Canadá, el protagonista masculino, es quien nos cuenta la historia y quien bautiza a la heroína. Escoge el nombre de Sierra porqué a eso le supo su último beso: a frío metal dentado. Así saben los besos sin amor y también los accidentes. Él se hace llamar Canadá, nombre de país eternamente a la sombra de ese otro país vecino; ese que es hogar de triunfadores; ese que es tierra de los más fuertes y el definitivo destino de los libres. Ese complejo de segundón hace que Canadá le cante al astronauta Aldrin, al compositor Salieri, al medio héroe Robin, al K-2 (la casi más alta montaña del mundo), al feo de los Wham… A todos los segundones que siempre llegan tarde, a los que siempre pierden la final, a los que se alimentan del amor perdido.

Cantado, por supuesto, en castellano, en Sierra y Canadá abundan los medios tiempos, con un estilo que les hace incombustibles y además con un crecimiento y unos coros en general extraordinarios. Y todo con los nuevos sonidos explorados y sin olvidarnos de los que seguro serán hits e incluso algún futuro himno generacional. Trece temas que estamos deseando ver en directo por eso de la curiosidad y la certeza de que el trío (quinteto en directo) va a defender con uñas y dientes su nueva obra hasta las últimas consecuencias.