Desde que irrumpieron en escena allá por 2019 con un debut homónimo tan sorprendente como su propio nombre, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba no solo se han convertido en la gran esperanza del rock patrio. Tampoco han parado quietos un momento. Tras aquel pistoletazo de salida, llegaron colaboraciones tan aplaudidas como las de Rocío Márquez o Kiko Veneno, un concierto tras otro que la banda siempre vivía como si fuera el último, un segundo álbum —el catedralicio “Hilo Negro (Primavera Labels / Universal Music Spain, 2021)— que los terminaba de aupar a lo más alto, una nominación a los Premios Goya por la banda sonora de “Las Leyes de la Frontera” (Universal Music Spain / Primavera Labels, 2021), giras por EE.UU., Argentina, Chile y México, imagen de la reciente campaña de Cruzcampo… A finales del pasado año, la banda decidió tomarse una pausa más que necesaria, dispuestos a afrontar el mayor reto de su carrera: el momento del tercer disco.
“Bolsa Amarilla y Piedra Potente” (Primaveral Labels / Universal Music Spain, 2024), que así se llama este tercer round, continua la senda que marcara su predecesor “Hilo Negro”, o el disco de hard rock que se merecía la generación de Tik Tok. Aquí encontramos todavía esos incendiarios riffs de guitarra, esas percusiones monolíticas y esas dinámicas expansivas tan herederas de Hawkwind como coetáneas de King Gizzard & The Lizard Wizard. Pero hay más, mucho más que buscar en esta bolsa y que rascar de esta piedra. Lejos de acomodarse en los laureles y en una zona de confort que, hasta el momento, les ha resultado tan placentera, los sevillanos no dudan en explorar nuevos caminos. Y, de paso, regalarnos algún giro imposible.
Casi un álbum conceptual partido en dos, “Bolsa Amarilla y Piedra Potente” es un viaje iniciático para cualquier oyente, una carretera asfaltada en dos direcciones. De “Agua Grande”, intro majestuosa, toda una fanfarria, a “La Fuente”, apoteósica tormenta sónica y primer single del álbum, acompañamos a los Derby por los caminos de siempre: stoner rock de alto octanaje como el de “Prodigio”, guiños a clásicos sureños como Lole y Manuel, los sonidos Caño Roto en “Ef Laló”, la psicodelia más explosiva (lo de “El Chinche” es una chifladura de altura) y, como siempre, ese aroma callejero que tan bien saben impregnar a sus canciones. Pero ojo, también hay sitio para las sorpresas. Ahí están los coqueteos blaxploitation de “Daddy Papi”, el sudor de chándal metalero de “Seis Pistones (Makensy’s Dream)” y hasta incursiones en el break beat que harían las delicias de cualquier ravero poligonero. Pero es a partir de “Manguara”, no en vano elegida por la propia banda como segundo sencillo del disco, que saludamos a unos renovados Motoretas. Como demiurgos que valoran la necesidad del ying y el yang, el aquelarre en el que nos han sumergido se vuelve, de repente, más solemne. Y también más experimental. Basta dejarse arrastrar por los sintetizadores modulares de la mencionada canción, que como si de la banda sonora de “Stranger Things” se tratara, nos abre la puerta a un Mundo del Revés. Donde antes brillaba Nirvana, ahora lo hace James Blake. Donde antes oías ecos de Prodigy, ahora lo harás de Tame Impala. “Pétalos”, un tema donde Lenny Kravitz se mira en el Bowie de los 80, o “Tierra”, quizás la composición más bella y ambiciosa de la banda hasta el momento y cierre pluscuamperfecto del disco, son solo dos ejemplos fidedignos de la evolución de unos músicos sin miedo a madurar, sin miedo a crecer. Y que sea así por muchos años.