A medio camino entre el rock/pop dosmilero y la nueva hornada de indie nacional, La Paloma lanzó el pasado mes de octubre su segundo álbum de estudio Un Golpe de Suerte. Un compendio de once canciones que, si bien no es que suenen todas igual, se sienten cortadas bajo un mismo patrón que hace sentir al proyecto como un producto repetitivo.

Escuchando el disco la intención parece clara: acercarse a una estética de garage rock, con guitarras sucias y un cierto aire juvenil, pero lo que debería sentirse espontáneo y visceral acaba sonando calculado. La producción, impecable en el aspecto técnico, termina jugando en contra de la propuesta. Hay momentos, eso sí, en los que el álbum consigue brillar. Canciones como Si No Me Muevo funcionan por sí solas como auténticos hits. Sin embargo, dentro del conjunto del disco, estas pierden parte de su fuerza. Entre tantos temas con un tono y una estructura similar, resulta difícil que las canciones más inspiradas encuentren el espacio para destacar. Lo que más se echa en falta es la claridad de propósito. Si este mismo material se hubiese reducido a un EP con menos de la mitad de las canciones, el resultado sería probablemente mucho más sólido. En ese formato breve, los temas más inspirados podrían respirar, y la banda tendría espacio para construir una identidad más coherente y menos dependiente de su propia imagen estética. Las letras tampoco ayudan a dar coherencia al conjunto. Se perciben vagas, poco trabajadas con destellos de algo más profundo —referencias o giros que evocan a bandas como Los Planetas—, pero rápidamente se diluyen en estribillos de manual que buscan agradar al gran público. Esa tensión entre lo alternativo y lo radiofónico atraviesa todo el disco, pero no termina de resolverse: es un proyecto que quiere ser dos cosas a la vez y acaba siendo un híbrido indeciso.

Un Golpe de Suerte es un álbum que suena bien, incluso muy bien, pero que no logra convencer del todo. Suena a un grupo que intenta demostrar constantemente lo que ya podría haber demostrado con menos esfuerzo: que tiene buenas ideas, pero aún no ha encontrado una forma honesta de expresarlas.