Aranda de Duero, 8 de agosto de 2019.
El jueves del Sonorama es algo especial. Ves a gente conocida, algunos que no veías hace justo un año. Huele a música infinita en una localidad que ronda los treinta mil y que multiplica su población en un sólo fin de semana. Se respira algo que sólo este festival puede dar, amistad, amor y muchas ganas e ilusión de hacer grande algo que ha crecido poco a poco. Este año los cambios son grandes. Nuevo recinto, nuevos espacios y un cartel que ilusiona y gusta en la misma proporción que se critica y se reniega. En cuatro días haremos balance, pero ahora toca contar lo que vemos en los frenéticos días en los que se convierte el Sonorama Ribera.
Fran González
Redactor
Fernando Tello
Redactor & Photo
La plaza del Trigo es el lugar mágico de todas las ediciones del Sonorama. Una plaza que hace algo más de una década no se llenaba, ahora tiene restricciones para entrar y un número cerrado de asistentes. La que ha puesto en el mapa Aranda y lo que es Sonorama, puede, si no se tiene cuidado, acabar con el festival. Por eso, se tendrá que poner un poco de orden. El festival vive por sus asistentes con pulsera y son ellos los que deben disfrutar de un entorno tan especial como el Trigo o esto acabará por morir de éxito. Antes de vivirlo por primera vez en un año, acudimos a la rueda de prensa, donde Javier Ajenjo, director del festival, junto con los miembros del Ayuntamiento y Nacho Cano nos cuentan detalladamente en qué consistirá su concierto y que servirá para la grabación de un documental que prepara Netflix.
Los hermanos malagueños Lucas y Gabriel, son Bauer, y hacen de su música un punto en común de sus propias experiencias e influencias desde siempre. Quieren hacer algo bueno y seguro que lo consiguen por este camino. “Otra vuelta al Sol” es su último trabajo, y que todo el mundo pudo disfrutar. El trío Venturi no se define, no se casa con nadie y sigue a su rollo desde que publicaron su primer disco “Mi Estúpida Opinión” (Oso Polita, 2018), una auténtica declaración de intenciones con las que se han colocado en la mítica Plaza del Trigo, cerrando el primer día justo antes de la sorpresa.
Hacemos escapada, para ver a Lígula en la Plaza de la Sal. Una de nuestras bandas nominadas a ser grandes dentro de esa letra pequeña del Sonorama.
Y llega la primera sorpresa del Trigo, que es para Joe Crepúsculo, el trovador tecno acompañado en esta ocasión por Aarón Rux, llegó con las alforjas cargadas a partes iguales de teclados y temazos.
A descansar hasta el estreno del nuevo recinto. La fiesta continúa con auténticos maestros pinchadiscos en el Rollo, pero es que la noche promete ser larga y no se puede llegar a todo.
Llegamos para ver en el escenario Aranda de Duero a Tote King. Escoltado por A Contra Blues y su hermano Shotta. Podría haber sido el profesor de lengua de tus hijos, pero prefirió no acabar el CAP y recorrer la península con uno de los flows más salvajes de la escena estatal y con rimas cargadas de referencias culturales generacionales.
El escenario principal le vuelve a hacer un hueco a la historia con Tequila. Alejo Stivel y Ariel Rot ponen punto y final a esta historia de amor y guerra que ha sido Tequila desde hace muchos años. En un horario que permitió a mayores y pequeños compartir bailes y rock and roll, con temas que son de sobra conocidos por todos.
Antes de que acaben los argentinos nos acercamos al Escenario Ron Negrita donde degustamos uno de los platos de alta cocina que el Sonorama nos tenía preparados para este jueves, Crudo Pimento. Rock industrial-experimental desde la libertad que te da el hacer tú mismo los instrumentos. Frutos e Inma son una parte importante del presente de la música, mezclando flamenco, blues, jazz o reggae con originalidad y crudeza.
El stage Aranda de Duero, otrora enfrentado al principal, se sitúa ahora al lado de éste, y ya entrada la noche se llena con el Rock and Roll puro del murciano Tarque. El primer disco del de M-Clan en solitario es pura energía. Nos enseña las entrañas de lo que para él es la música. Y en directo, con el excelente acompañamiento que lleva, todo esto se multiplica por diez. Carlos Tarque está en plena forma y dio una lección de profesionalidad mientras Carlos Raya impartió su enésima masterclass.
Un año más el escenario del humor ha sido un éxito, llegando a quedarse pequeño, con las actuaciones de Pablo Carbonell y Los Gandules, que se metieron al público en el bolsillo, de principio a fin, a costa, entre otras cosas, de Taburete.
Los gallegos Igloo vuelven unos años después a pisar el mismo escenario Ron Negrita, esta vez para que Beni Ferreiro nos de muestras de que no pierde esa magia que siempre a tenido. Esto es brit en castellano, con esas guitarras tan suyas y un directo muy grande.
Llega el turno de La Orquesta Mondragón que con Gurruchaga a la cabeza son garantía de espectáculo. Tras muchos éxitos y versiones de distintos grupos, hemos echado de menos temas como Viaje con nosotros (con una reivindicación al tren de Aranda) y Ellos las prefieren gordas.
Miss Caffeina fueron correctos, sustentandose en su último disco, pero por momentos adolecieron de potencia.
El final de la noche se acercaba, y qué mejor momento para volver la vista hacia atrás y disfrutar de Yoghourt Daze, banda de culto de los noventa, que ha vuelto después de quince años a sacar nuevo material para uso y disfrute de los nostálgicos de esa década noventera que tantas alegrías nos dio. Esperemos que “Telémaco” sea el punto de partida de lo que está por llegar. Se les ve en un gran momento de forma.
Antes de abandonar los escenarios principales nos pusimos en manos de unos uniformados Varry Brava, que dieron lo que se espera de ellos, pista de baile y discoteque.
Fin de fiesta con Chimo Bayo, el mito del bakalao para muy bakalaeros, y cayeron las bombas esperadas.
Seguimos con las apuestas sorpresa y estamos viendo en Instagram que los Kitai andan por la Plaza del Trigo, ¡shhhh!