Paco Ruíz
Redactor
Juan Gabriel García, jerezano de nacimiento es una de las muestras del potencial del sector andaluz lo cinematográfico, estudió en la Facultad de Comunicación de Sevilla, la Licenciatura de Comunicación Audiovisual para luego viajar a la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña (ESCAC), a los estudios de Montador Audiovisual, para ahondar en aquella ristra de imágenes que conforma una película y/o tráiler, como es el caso de La niñas, por el que fue nominado al Mejor Tráiler en los Premios Feroz. Con él, tenemos la siguiente conversación.
Revista Indi: Imaginemos que alguien, que no es del sector audiovisual, entra en la web y llega a este medio. Para que no se pierda, ¿cómo le explicarías, en líneas generales, en qué consiste tu trabajo?
Juan Gabriel: Como montador, mi trabajo es ayudar a ordenar, estructurar, dar coherencia y así componer la película que el director ha pensado y ha rodado. Todo según un lenguaje audiovisual establecido tras más de cien años de la invención del cine y varios milenios de literatura. Como en todo lenguaje, hay normas que se conocen y que más o menos funcionan, pero como toda norma se puede retorcer o incluso saltar para ensanchar los límites del lenguaje.
Las películas no se ruedan en orden y a menudo el director decide rodar la misma escena desde diferentes ángulos y repetir tantas tomas como sea necesario hasta alcanzar lo que quiere. En líneas generales, nuestro trabajo como montadores es construir la historia con esas piezas individuales y descontextualizadas que han rodado. Es como jugar con un Mr. Potato. Tienes piezas como brazos, narices, sombreros, bigotes… Y si quisieras, podrías poner el brazo en la nariz y sería divertido, pero la coherencia nos dice que los brazos van a los lados de la patata y no en la cabeza o la nariz. De ahí la idea de que existe un lenguaje más o menos codificado, compartido con el público y con el que hay que construir la historia.
R.I.: Nos conocemos desde hace mucho, pero rara vez nos hemos sentado a hablar de esto. ¿Qué mejor manera que hacerlo en público? Cuéntame, ¿qué te impulsa a sentarte frente a un ordenador y jugar con las imágenes?
J.G.: Pues, precisamente hablando de “jugar”, me resultó interesante descubrir una cinta familiar grabada una mañana de reyes, cuando apenas contaba con dos años y ver que me habían regalado un juguete con el que parecía quedar hipnotizado. Era una pantalla, analógica claro, que constaba de un rodillo sin fin que pasaba imágenes de Mary Poppins y que cuando funcionaba emitía acordes de la banda sonora.
Foto de Manu García
Esa fascinación me ha acompañado toda la vida, pero supongo que no fue hasta la adolescencia cuando gracias a películas como El Señor de los Anillos, (y su maravilloso making of) que sin duda marcó a mi generación y muchas otras, cuando descubrí las posibilidades del lenguaje y cómo estas podían ayudarme a contar historias.
Luego, cuando vas conociendo el cine y los oficios que lo componen, descubres donde puede estar tu vocación. Incluso llegó un punto en el que la posibilidad de jugar a encontrar significados en el audiovisual mediante el montaje de planos que yo mismo había rodado, llegó a sustituir paulatinamente a mi afición por los videojuegos. Mientras mis compañeros de clase jugaban a videojuegos, yo jugaba con el montaje. Esa fascinación por aprender, descubrir y contar que ya tenía cuando era un niño, es la que me sigue impulsando a sentarme frente un ordenador y montar.
R.I.: Si hubieses podido escoger, en cualquier época, género y país, ¿qué película te habría gustado editar? ¿Crees que la habrías cambiado mucho y por qué?
J.G.: Como he dicho antes, me fascinó e influyó mucho la trilogía de El Señor de los Anillos, pero sospecho que si, a día de hoy, me encargaran el montaje de una película de esa envergadura, mi primera reacción sería hacer la maleta y salir huyendo. O tal vez no, nunca se sabe. En cualquier caso, si que estoy seguro de que sería una película muy diferente. Es algo extraño que tiene el cine, no importa que haya un demiurgo como el director que tenga muy clara la película que quiere rodar, dependiendo del equipo del que se rodee, saldrá una película u otra. El cine es la suma de talentos, que a menudo quedan en el anonimato.
A parte de esa película, me resulta muy divertida la época de la investigación soviética de Eisenstein, Kuleshov, Pudovkin, Vértov. Se libraron de todas las ataduras para ensanchar los límites del lenguaje y literalmente jugaban a experimentar nuevos significados.
R.I.: ¿Cuál es la edición más compleja en la que has tenido que trabajar?
J.G.: Cada producción tiene su complejidad, porque cada rodaje tiene sus propias características. En el mundo del trailer, es interesante el caso de la película Entre dos aguas de Isaki Lacuesta, en la que me pidieron literalmente que hiciera un anti-teaser. Es decir, un teaser que no se parecería a ningún otro. Y no es extraño, viendo lo especial e increíble que es esa película.
Y a nivel largometraje, ahora estoy co-montando un documental cuyo rodaje comenzó en 2018. Está rodado entre Barcelona, Madrid, Colombia, México, Noruega, Austria, Bosnia-Herzegovina y Sudán del sur. Rodado en español, inglés, alemán, serbocroata y varios dialectos sudaneses. Dar coherencia a todo está siendo un reto increíble.
R.I.: En el gremio, hay muchos departamentos que tienden a perder su correspondiente relevancia frente a otros. ¿Crees que esto pasa con el vuestro? ¿En ese caso, habría alguna forma de visibilizarlo?
J.G.: El gran montador Iván Alado, recientemente fallecido, solía decir que, “el montaje es el “alma” de la película. El problema no es solo que el alma sea inmaterial y no se vea sino que incluso se duda de su existencia”. Creo que él, mejor que nadie expre sólo invisible del montaje, no solo para el gran público, lo cual podría llegar a ser comprensible, sino incluso dentro de la propia industria. En la mayoría de festivales de cine hay un premio a mejor fotografía o guion, pero en casi ninguno hay a mejor montaje.
Iniciativas como AMMAC (Asociación de montadores y montadoras de Cataluña) o AMAE, (Asociación de montadores audiovisuales de España) ayudan a que se de a conocer nuestro trabajo. Pero aún hay mucho que hacer. A veces hay que salir de la oscuridad de la sala de montaje y hacerse visible reivindicándose.
R.I.: Menciona qué profesionales han sido una referencia para ti, a la hora de desarrollar tu estilo, y de nuevos nombres que sepas que pisan fuerte.
J.G.: Antes he citado a Iván Aledo, a quien conocí como profesor en la ESCAC. Podría citar a Julia Juániz, montadora de la primera película en la que tuve la suerte de participar, José Manuel García Moyano, un gran referente andaluz, o Pablo G. del Amo, que hizo algunos de los mejores montajes de la historia del cine español. Y a nivel internacional, siempre hay que citar a Walter Murch, gran montador y divulgador, Thelma Schoonmaker, para mi la mejor montadora viva, Anne V. Coates, montadora de Lawence de Arabia, John Gilbert, montador de “La comunidad del anillo”, o Lee Smith, montador habitual de Christopher Nolan.
R.I.: Si te dan a elegir, ¿eres de los que prefieres hacer una edición a solas o mano a mano, desde el inicio, con el director? ¿Puedes implantar tu autoría o crees que debe quedar relegada a un segundo plano?
J.G.: Como todo en la vida, en el equilibrio esta la virtud. Hay directores y directoras que prefieren pasar todo el tiempo de montaje en la sala. Personalmente no tengo ningún problema, me encanta la compañía, y siempre acabamos contando anécdotas de cine, charlando, compartiendo risas y probando todos los restaurantes de la zona. Esto ayuda a crear cierto clima de confianza que es necesario para el buen entendimiento. Pero también es necesario despegarse un poco y dejar que el montador pueda probar algunas cosas a solas. A veces quien dirige puede condicionar al montador para que no pruebe algo porque lo considera inviable… y puede que sea así, pero a veces probar distintas variaciones aparentemente inviables puede ser la clave para resolver una secuencia.
Respecto a la autoría, respeto mucho el trabajo de dirección. Por regla general, la autoría le pertenece a quien dirija, hay que ser consciente de que esta no es nuestra fiesta. Antes decía que el cine es la suma de muchos talentos. Todos son necesarios, pero quién los coordina no es el montador, ni el director de fotografía, ni el actor o actriz principal. Los coordina quien dirige la película, aunque sin el trabajo de los anteriores no podría hacer nada. Así que yo tendré cierta inclinación hacia una forma de montar, pero al final quien dirige es quien marca el estilo de la película.
R.I.: Nominado a los Feroz a la categoría de Mejor Tráiler, por Las Niñas. Esto me lleva a varias cuestiones. Por un lado, ¿crees que esta llegará a enraizarse en otras galas? ¿Cómo es ese proceso de condensar toda una película, en un par de minutos, para atraer al espectador?
Personalmente, el premio al mejor trailer no creo que se enraíce en otras galas. Tal vez surjan, como en Estados Unidos, unos premios específicos de trailers u otros elementos de marketing de cine. Allí tienen los Golden trailer Awards, pero claro, ellos son una industria muy potente con una gran cantidad de empresas dedicadas exclusivamente a la creación de trailers. En el caso de los Feroz, que es uno de los últimos premios creados en España, imagino que tiene premios tan interesantes como mejor trailer o mejor cartel de cine, para diferenciarse de los Goyas o los premios de otras galas. Eso es muy loable y de agradecer, ayuda a visibilizar una parte importantísima del cine, como son los trailers, que durante décadas se ha descuidado en este país.
En el proceso de condensar una película en poco más o menos dos minutos, entran diferentes variantes en juego: para empezar, hay que saber de qué trata realmente la película. Puede parecer una pregunta sencilla, pero no. Hay que averiguar a nivel taxonómico qué quiere contar el argumento de la película. En segundo lugar, cómo quiere vender la película la productora o distribuidora. A menudo elige dirigirse a determinados nichos de mercado y eso marca el estilo del trailer. Por último, yo como espectador siempre pienso, ¿qué me gustaría que me contaran de esta película para convencerme de ir a verla? (Sin spoilers, claro). A partir de ahí se va trabajando en un proceso de selección de secuencias impactantes visualmente, frases que den pistas sobre la trama, o que muestren a los personajes, planos que enseñen el estilo de la película y se va construyendo un relato que genere una pregunta final y que solo puedas resolver si pagas tu entrada y vas al cine o si te suscribes a la plataforma donde se visualiza la película. Y como todo proceso de montaje, se va depurando una y otra vez para que no existan momentos de pérdida de tensión, ni momentos incomprensibles para quien no conoce la trama, o exceso de información que haga perder el entusiasmo al posible público. Todo ello siendo lo más honrado posible. Esto último, quizás sea lo más difícil.
R.I.: Con la situación actual, ¿qué aspectos venideros piensas que vendrán? ¿Predominarán las salas cine o el VOD? ¿Cómo crees que evolucionará esta tesitura?
J.G.: Creo que esta bastante claro que, desde hace unos años predomina el audiovisual VOD por encima de las pantallas. A pesar del esfuerzo de las Academias de cine y los festivales por mantener el cine en su elemento natural (las salas de proyección), el gran público prefiere ver hoy en día las películas en pequeñas pantallas y en la privacidad de su hogar.
A menudo se suele simplificar este debate hablando de la comodidad de ver el cine en casa, las posibilidades de parar la película para ir al baño, dejarla la medias para terminarla al día siguiente, el precio de las entradas de cine… pero eso es solo una consecuencia de un cambio más grande a nivel global que se venía produciendo en los últimos años y que la crisis de 2008 y la pandemia parecen haber agravado: el modelo de producción laboral ha mutado a una situación en la que el trabajador medio no tiene tiempo material de ir al cine entre semana. Las jornadas laborales maratonianos, a menudo de 9 de la mañana a 7 u 8 de la tarde, impiden que después del trabajo, una persona pueda permitirse el lujo de emplear 3 horas (entre ir a la sala de cine, ver la película y volver a casa) en ver una película en la sala de cine. Porque cuando llegas a casa tienes que limpiar, preparar la comida del día siguiente, o ya no digamos si tienes familia, pasar tiempo con ellos. Es mucho más rentable, en cuanto a economía del tiempo, llegar a casa y ver series mientras haces las tareas del hogar, o después de cenar, a manera de desahogo, de forma que puedas acostarte pronto y volver a tener al día siguiente tu jornada maratoniana de trabajo.
El VOD al igual que otros inventos de la vida moderna que van desde la “Roomba” (el robot que limpia la casa por ti porque tu siempre estas trabajando fuera de casa) a las compras online o la tolerancia con algunos tipos de drogas, son las vías de escapa que te proporciona el capitalismo más salvaje para que tengas la sensación de tener vida normal, a pesar de trabajar 11 o 12 horas al día. Y así, evitar que haya un estallido social y tengas la sensación de ser libre. Pero eso no es vida y desde luego no es libertad. Y lo peor de todo es que este modelo no va a cambiar en sentido opuesto, solo va a ir a más. Por eso, siempre me gusta reivindicar como acto político, de civismo, ético y de conciencia, ya no de clases, sino moral, hacer el esfuerzo de ir a las salas de cine, igual que comprar en comercio físico, limpiar tu mismo la casa, y desde luego no adormecerte con el uso de drogas. Tal vez con ello seamos consciente de la barbaridad que están haciendo con la mayoría de los trabajadores y podamos recuperar muchos derechos laborales perdidos, como el de poder ir un martes a las 17:00 de la tarde a ver una película.
R.I.: Ya que te hemos asaltado a base de preguntas, vamos al tropo de todas las entrevistas que suelen caer: ¿algún consejo para las nuevas generaciones?
J.G.: ¡Ved cine, malditos! Y cuando digo cine, no digo que veáis solo la última de Tarantino, El Club de la lucha y Taxi Driver, que suelen ser las tres películas que ven los estudiantes de cine para decir que saben de cine. Claro que hay que ver estas películas, pero hay que ir más allá. Hay que ver a Griffith, Pudovkin, Chaplin, Murnau, John Ford, David Lean, Ozu. Hay que saber quién era Alice Guy, Segundo de Chomón, Nestor Almendros o Luis Buñuel. Hay que ver el cine quinqui de la España de los 70 y 80, entender la importancia de directoras como Pilar Miró, montadores como Pablo G. Del Amo, Carlos Saura o Almodóvar. A menudo me sorprende el poco cine que han visto los estudiantes de cine. No saben que fueron montadoras como Ane V. Coates las que abrieron las nuevas posibilidades del montaje en los años 60. O que aquí en España hubo un productor que se llamaba Elías Querejeta que hizo algunas de las mejores películas españolas de todos los tiempos. Hay que ver cine si quieres dedicarte a hacer cine y escapar un poco de la pedantería que a menudo excluye el cine comercial clásico americano como cine artístico. Con mucho esfuerzo, los directores de cine franceses de la nueva ola, consiguieron que la crítica tratara como cine de alta cultura las producciones americanas de los grandes estudios. No retrocedamos ahora. Aunque solo sea por respeto a Truffaut.
Y que lean a Dickens.
R.I.: Para acabar, ¿podemos saber algo de proyectos venideros o en los que estés trabajando ahora mismo?
J.G.: Como he comentado antes, estoy trabajando en el co-montaje de un interesantísimo documental sobre el proceso de negociación en zonas de conflicto. Desde México a Sudán del Sur, pasando por Colombia o los Balcanes. A la vez estoy inmerso en el proceso de montaje de dos largometrajes: Hada de Álex Mañas, una película pequeñita pero con mucha verdad y un tercer largometraje que me hace especial ilusión porque es una producción de mi tierra y en la que han trabajado buenos amigos, Sola de Jose Manuel Rebollo.
Además, sigo compaginando estas producciones con el resto de mi trabajo en Antaviana Films, como ayudante de montaje de otro documental, asistente de post-producción de algunos proyectos y montador de trailers.
Por último, como cuña publicitaria, comentar que estamos a la espera de que se estrene Buga Buga una serie dirigida por Ana Millán y Alba Simón, que tuve la suerte de montar el verano pasado para TV3.