Manuel Morera

Manuel Morera

Redactor

Robinho era el sustituto natural de Ronaldinho, un virtuoso en lo suyo, con una plasticidad innata y con la capacidad para enamorar a cualquier espectador independientemente de su afición al fútbol. Encaraba a sus rivales, los driblaba y, cuando solo le quedaba el portero por delante, giraba sobre sus pies e intentaba volver a humillar a los contrincantes. Un grandísimo delantero que quiso jugar a ser el mejor de la historia y acabó sumido en la mediocridad. “Tenet”, la última obra de Nolan, va por los mismos derroteros: es infinitamente mejor que el resto, pero se empeña en realizar cabriolas innecesarias que convierten la magia en vulgaridad.

El delantero brasileño tiene una carrera envidiable: decenas de partidos con Brasil, ganador de títulos con su Selección y poseedor de dos de las mejores Ligas del mundo, la italiana y la española, también hizo carrera en Inglaterra. Y, sin embargo, se le considera una decepción. Casi cualquier futbolista del mundo desearía tener la carrera de Robinho, pero sus números, para un hombre de su calidad, no son suficientes; es un desperdicio de talento. Mismas sensaciones deja “Tenet”, posiblemente sea de los mejores filmes de 2020, tiene destellos de calidad innegables, como la agilidad con la cámara o la cuidada selección de escenarios al más puro estilo Bond; sin embargo, quiso ser un largometraje para la historia y resultó ser una suerte de taquillazo demasiado cercano al estilo Marvel.

La palindrómica película se hace la pinza a sí misma. Es tan intrascendente como divertida. Toda la pausa que demostró Nolan en “Dunkerque” es vapuleada para optar por un ritmo que ahoga al espectador hasta marearlo incluso más que su guion repleto de agujeros. Una trama supuestamente compleja es estrangulada por una acción continua que convierte “Tenet” en poco más que un videoclip lleno de explosiones y de raritos con mascarilla bailando algo parecido al “moonwalk”. Algo de meritorio tendrá, o como mínimo una espectacular lógica comercial en el mundo de las redes y del TikTok, que una película que supera con creces las dos horas sea tan trepidante y deje con la sensación de no traspasar la barrera de la hora y media. Nolan sobrevive y gusta a los que tiene que gustar, a los que compran las entradas, pero para ello deja muchos cadáveres por el camino: vacíos argumentales, guion pobre, exceso de acción y de escenarios, elenco mediocre, diálogos anticlimáticos, personajes con menos carisma que el lunni amarillo…

Nolan, como ya es costumbre, se pone al mando de una película con unos enormes gastos de producción en la que, esta vez, el elenco resulta decepcionante. Ya sea por una actuación que desmerece su apellido (John David Washington es el hijo de Denzel Washington) o por un personaje de lo más insufrible (Elizabeth Debicki), el reparto acaba convirtiéndose en una víctima de una trama demasiado dominada por los excesos visuales como para poder disfrutar de una línea del guion. Dentro de la numerosa lista de actores (y de participantes del Torneo de los Tres Magos), Robert Pattinson demuestra, otra vez, que no es un actorucho de películas adolescentes. Realiza la interpretación más sólida y, aunque también tiene el papel que más permite lucirse, aprovecha todos los amaneramientos que se le permiten para convertir en creíble a un niño pijo resabiado que igual te explica las últimas novedades en física que te escala un edificio.

“Tenet” es una nueva batalla de espías con rusos malvados, un héroe y una rubia. Endulzada esta vez con viajes en el tiempo y con más ciudades que países visita Willy Fog. Una prima hermana de “Origen” que en vez de saltos por los sueños ajenos los da entre generaciones. Nolan cae, como hace una década con la cinta de atracos en mundos oníricos, en el fenómeno Robinho: posiblemente mejor que el resto, infinitamente más cara y vistosa, pero muchísimo peor de lo que pretende.