UNA EXPERIENCIA MÍSTICA

Madrid, 28 de noviembre de 2019. Sala El Sol

Martí Perarnau lo ha vuelto a hacer. Ha repetido la sesión Mucho Noir Club en Madrid en la mítica Sala el Sol (que está de cuarenta aniversario) y de nuevo, nos ha dejado enamorados. Si tu idea era ir a un concierto de una de tus bandas favoritas donde el público vitorea y aplaude, el guitarrista tira la púa y el cantante agradece a todos el haber venido y luego se pide el bis, entonces entiendo tu confusión después  de haber estado en este bolo.

Carlota Gómez

Redactora

Ya lo venían anunciando en sus redes sociales e incluso dejaban algunas “normas” para poder disfrutar al máximo estas sesiones:

No mires el móvil. Libérate. Bebe, toma todo lo que quieras. Todas las personas somos amigas aquí. Es tan importante lo que pasa en el escenario como lo que pasa en la pista. No juzgues. Hemos venido a compartir el amor por la música en comunidad. No sabemos bailar pero nos gusta hacerlo. Mucho Noir Club se reserva el derecho de ser un sitio oscuro para poder ser libres en la luminosidad. 

Un evento casi concebido como una experiencia mística donde la banda, es lo de menos y la música, el único Dios al que rezar en comunidad. Si no has formado parte del club aun, y te gustaría unirte debes saber que no es un concierto de Mucho. Es otra cosa.

La sala se convierte en una cripta, oscura, acogedora donde la única luz proviene de unas visuales increíbles de la mano de Audiovisual Kolective. La banda se esconde detrás de un biombo transparente, donde se proyectan las imágenes haciendo casi imposible verlos mientras hacen su magia. Los primeros en llegar se miran curiosos, mientras buscan a los miembros del grupo, rodeando el escenario y tratando de entender lo que ocurre. Martí ya está a los mandos de sus sintetizadores y platos haciendo sonar un beat casi hipnótico de electrónica.

Mientras unos se piden cervezas y otros se ponen al día, la sala se va llenando y durante nada más y nada menos que una hora este ritmo. constante no para. No vemos al batería ni al bajista. Es una sesión de DJ, donde Martí se atreve a mezclar Rosalía con Arcade Fire. Donde se podían distinguir temas de Billie Eilish y Daft Punk. Hasta que al fin, se empiezan a escuchar las primeras notas de piano que hacían a todos  los asistentes aplaudir un poco dudosos, mirándose de nuevo y preguntándose: ¿Está sonando “Soy un aeropuerto”? Y si, “Soy un aeropuerto”, una de las canciones más emotivas de su último disco, mezclada con “Somebody that I used to know”, de Gotye. En este momento, la banda conectó con su público y todos empezaron a bailar y a dejarse de cuestionar qué clase de concierto habían pagado.

Una sesión mágica, perfectamente mezclada, que se iba animando  poco a poco y donde empezaban a sonar algunos temas de Mucho como “Nunca pegarías a un hombre con gafas”, “Las ventanas se encienden”, “o “El león de tres cabezas”. Cuando ya toda la banda se encontraba en sus posiciones, llegó una pequeña sorpresa para cantar un tema con ellos. Zahara se subió al escenario (si es que la podías ver entre el humo y la poca luz) para cantar “Soy un aeropuerto”. Una bellísima mezcla que el público disfrutó y pudo volver a cantar después de habernos dejado al principio del concierto con las ganas.

Cuando las pocas luces que había en el escenario se encendían, podías verlos a todos bailando, riéndose, levantando sus copas y disfrutando del concierto como si de un ensayo a puerta cerrada se tratara y eso es algo que realmente se transmitió durante un concierto.

Personalmente, no he podido acudir a otras sesiones previas (siendo esta la décima) pero algunos miembros de la revista sí. Siendo mi primera vez he de decir que fue una experiencia increíble que merece la pena vivir, aunque leyendo las críticas previas no siento que el show haya “mutado” como prometía Martí en sus redes. Sea lo que sea, le damos un 10 tanto en innovación, puesta en escena y sonido. Dos  horas de goce y disfrute para liberarse de las tensiones y olvidarse un poco de la rutina del día a día en “comunidad” y bajo el manto de la música, que al fin y al cabo, es por lo que todos fuimos allí esa noche.