Roberto Inglés

Roberto Inglés

Redactor

Pamplona, 15 de enero de 2021. Auditorio principal de Baluarte

El 6 de julio de 2020 el corazón del legendario compositor italiano Ennio Morricone dejaba de latir. Tras conocerse la noticia, millones de personas empezaban a compartir fotografías y músicas del compositor en las diferentes redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram… la mayoría de ellos compartieron el famoso Oboe de Gabriel, música perteneciente a la película La misión, una música que siempre será recordada por tener una de las melodías más bellas que nos ha dado la música para cine y que la Orquesta Sinfónica Navarra tuvo el placer de interpretarla dos veces; la primera como parte del programa y la última como bis tras el incesante aplauso del público.

Durante el concierto se tocaron sus obras más reconocidas, Cinema Paradiso, Novecento, Érase una vez en América, Los intocables y por supuesto, la obra con la que finalmente consiguió alcanzar la tan codiciada estatuilla, Los odiosos ocho con una música que llevó a los espectadores hasta los confines del infierno por su sonoridad apocalíptica, en la que destacó el clarinete bajo a la hora de interpretar el tema principal acompañado por un genial percusionista a lomos de la batería.

El programa fue un auténtico acierto a la hora de ser completado con algunas de las músicas para cine más recordadas: ¿Quién no se imaginó ir montado a caballo tras escuchar Los siete magníficos? ¿Quién no recordó a Marlon Brando en el papel de Don Vito Corleone tras escuchar El padrino? ¿Cómo no va a estar la música de Alberto Iglesias, que es nuestro máximo representante nacional en el ámbito de música para cine? Y por supuesto… ¿cómo no va a estar John Williams? Porque si Ennio Morricone es considerado como un gigante en este campo, John Williams es sin duda un coloso, y no en llamas. La música de Williams dejó satisfecho a un público que reconocía al momento las reconocidas marchas de Superman o Indiana Jones, pero la obra que marcó la diferencia fue La lista de Schindler, en la que el concertino al levantarse e interpretar el papel de solista nos dejó a todos enmudecidos creando una atmósfera de nostalgia.

En los tiempos de pandemia en los que vivimos, en la que nos está prohibido dar abrazos, quiero recordar uno en particular, el que le dio Williams a Morricone cuando este consiguió el hombrecillo dorado tras más de 500 partituras y 6 nominaciones. Un abrazo que simbolizó el respeto musical entre dos figuras que, hoy por hoy, sin ellos, el cine no se hubiera concebido de la misma manera.

En conclusión, el público navarro salió del baluarte con una sonrisa en el rostro por dos razones; la primera porque el concierto gustó y mucho; la segunda porque sabe que tiene una orquesta con un nivel sonoro y una flexibilidad magnífica, capaz de sobreponerse a cualquier director, por muy anodino que sea.

Fotos Realizadas por David Rodríguez Cerdán, cedidas por la Orquesta Sinfónica de Navarra