DISCO DEL MES DE FEBRERO DE 2022

Warner Music

Esperábamos el milagro sin mucho más que hacer y parece que está volviendo a cristalizarse. León Benavente vuelven a la carga con su cuarto trabajo de larga duración. Lo hacen desde el palacio que han ido construyendo, ladrillo a ladrillo, al borde de la ribera y que les permite otear la escena nacional desde una posición tan privilegiada como merecida.

Ciudadano Suárez

Ciudadano Suárez

Redactor

En los tiempos en los que reina la deglución compulsiva de singles. En los que todo y casi todos se venden, los cuatro leones, siguen cultivando el noble arte de la cuidadosa manufacturación de un disco con la loable intención de convertirlo en una obra que se escuche de principio a fin, sin dejar al azar el orden de los cortes.

“Era”, surge como la unión de la experimentación individual de cada uno de los miembros. Ejemplo de ello puede ser “Líbrame del Mal”, primer adelanto del disco y al alimón canción que abre el mismo. Convertida en una crónica de los últimos tiempos en los que solo parece avanzar la tecnología y, más que vivir, nos ha tocado sobrevivir. Por ello, el oyente no debe esperar una continuación de trabajos anteriores. En cierta medida, es electrónicamente rupturista. Esto puede hacer que, de primeras, uno no encuentre lo que esperaba inicialmente. Al menos a quien escribe no le ha entrado de una manera tan directa como los anteriores. Pero ojo, al igual que algunas de las canciones, crece exponencialmente con las escuchas y, eso, seguramente sea uno de los mayores piropos que se pueda dedicar a un elepé.

Han dado una vuelta de tuerca más allá, intercambiando instrumentos y mudándose la piel. Esto se traduce en varios tracks que se mueven entre lo conceptual y lo inquietante como ocurre en “Todas las Letras” o “Mítico”, que a lo anterior suma una melodía que podría firmar el Joe Crepúsculo más combativo.

Sin embargo, han mantenido una constante que les hace diferentes. Letrísticamente, siguen navegando como nadie en los márgenes de los conflictos personales, extrapolando lo cotidiano y personal a lo generacional. En esos en los que uno debe decidir entre detenerse o alejarse mirando al suelo. Todo ello aderezado con una nueva manera de encontrar esas melodías que comienzan comiendo tu cabeza y terminan devorando tu corazón.

Así ocurre en “Di No a la Nostalgia”, un canto al optimismo en las antípodas de la cultura Mr. Wonderful imperante y que demuestra el oficio de vivir. Un ejercicio de elegancia que va creciendo y da la sensación de poder desatar la apoteosis en los shows. Y es que por lo demostrado el pasado viernes en el teatro Palacio Valdés de Avilés, están preparados para volver a convertirse, nuevamente, en una maquinaria industrial que pase por encima de sus espectadores. Esa misma impresión deja “Persona”, con todos los mimbres para convertirse en un tema digno de levantar las pistas de baile más oscuras del sur de Europa hasta contemplar mil puestas de sol.

Mención especial merece “La Gran Muralla”, sobre ella pivota todo el disco. Aúna las bazas ganadoras de las dos anteriores, a cada escucha, gana enteros, hasta que acaba reventándote en la cara y haciendo añicos tu cerebro. Caballo ganador. Aunque eso no lo sabemos, mi amor, es probable que sea el corte que más prevalezca en el tiempo. Y no, ni es “Ser Brigada”, ni “Gloria” ni “Ayer Salí”, ni falta que le hace. 

La que sí podría una secuela, en este caso de los “Maestros Antiguos”, pero sabiendo retirarse con sabiduría de una fiesta antes de que las cosas cambien es “Viejos Rockeros Viejos”, que da paso a la elegantísima “Canciones Para no Dormir”.

Casi para cerrar el trabajo dejan un placer tan culpable como mojar el meñique en un tarro con miel. De la referencia a “El Fantasma de la Transición” que hacían en “California”, pasan a colaborar con una de nuestras bandas de culto, los Triángulo de Amor Bizarro. Desde ya ansiamos ver a ambos sobre el escenario haciendo “Te Comes Mi Corazón”, encajando ruido y silencio. Y ver cómo cruje todo antes de romper, como un dique en Nueva Orleans.

Hemos escuchado, a duras penas, el rugido de los leones. La próxima vez prometemos que será en directo y, para entonces, solo esperamos el fuego. El horizonte empieza justo aquí.