Francisco Serrano
Redactor
DISCO DEL MES DE ABRIL DE 2018
Heart of Good
La música es una cadena formada por pequeños eslabones que no dejan de girar. En esa cadena entre tantos conciertos, festivales y estilos diferentes conoces a mucha gente con la que compartes vivencias, anécdotas, experiencias. Al final pocas de esas personas terminan formando parte de tu vida y marcándote de forma especial. En el constante rodar de la cadena, Ricky Falner y Ferrán Pontón, amigos de la infancia que se dedicaban a la música, decidieron aparcar por un momento sus proyectos paralelos, para formar una banda sin pretensiones, en la que dar rienda suelta a sus gustos musicales compartidos y disfrutar libremente de la música. Así nació Egon Soda. Una superbanda, con vocación de vía de escape en la que expresarse sin la presión de discográficas, crítica o público, que movida por el talento natural de sus miembros terminó convirtiéndose en parte muy importante de sus vidas.
Egon Soda volvieron a reunirse el pasado mes de noviembre en La Casamurada de Tarragona para dar forma a su cuarto trabajo discográfico, en diez días de retiro y unión que han dado para mucho. Por suerte para nosotros esta vez no ha tenido que pasar demasiado tiempo para que Ricky Falkner, Ferrán Pontón, Charlie Bautista, Xavi Molero, Pablo Garrido y Ricky Lavado den continuación a su anterior disco, un “Dadnos Precipicios” (Naïve, 2015) que se colaba en nuestros corazones hace menos de tres años. La reducción del tiempo entre la grabación de sus discos nos confirma la importancia que la superbanda ha adquirido para sus componentes dejando definitivamente claro que Egon Soda ha dejado de ser un proyecto paralelo más.
Este “El Rojo y El Negro” tampoco es un disco más. En una industria donde nos estamos acostumbrando peligrosamente a escuchar y aprobar proyectos, discos o canciones que se amoldan a un estilo impuesto, que no arriesgan, no difieren de sus predecesores, son aburridos y carecen de la calidad suficiente, agradecemos enormemente discos como el nuevo LP de los de Barcelona que cambian de rumbo, se aventuran, se divierten, se muestran comprometidos, se arriesgan, evolucionan y experimentan. Porque la música es evolución y experimentación, es libertad.
Libertad compositiva bicromática. Con un rojo que impregna sus letras, mucho más políticas y algo menos poéticas, en las que que se quejan de la situación de nuestro país. Letras, puño (izquierdo) en alto, llenas de crítica en las que se recuperan conceptos ya olvidados por la sociedad como la “lucha de clases”, se cuestiona la “Transición”, se reprende a los medios de comunicación, se reprocha la pasividad de la izquierda política o se recuerda, de manera extremadamente delicada y sentida, el reciente atentado de Barcelona. Un negro, que valiéndose de la calidad instrumental de sus componentes, nos abre paso hacia la música de raíz. La banda juega en el abismo con nuevos ritmos, funk, R&B, blues e incluso algunas impregnaciones de jazz que resaltan el sabor, el aroma inconfundible de la voz rota y rasgada de Ricky Falner. Los temas, además, se envuelven de la magia de la noche y la oscuridad para hacer que el juego funcione. Para hacer de “El Rojo y El Negro”, su trabajo más auténtico, el mejor de toda su carrera. Para que la cadena de Egon Soda siga girando por mucho tiempo. Para que la mezcla del rojo y el negro se impongan como un golpe en la mesa de esta industria inmovilista.