Veinte años del 11-M. Veinte años del mayor horror sucedido en este país en nuestro actual período democrático, veinte años de la vergüenza impune en cuanto a responsabilidades de un gobierno que mintió e intentó manipular a toda una sociedad. Ahora, cuando volvemos a hablar de ello, los hermanos Cabezudo traen una serie que ya es de lo mejor hecho en España en los últimos años: Nos vemos en otra vida.

En 2014, Manuel Jabois publicó un libro basado en la entrevista que realizó a Gabriel Montoya, Baby, un protagonista para muchos (me incluyo) desconocido de los atentados en aquellos trenes malditos. Baby tenía solo 16 años cuando ayudó a  Emilio Trashorras a proporcionar la dinamita a la célula yihadista que perpetró aquel atentado. Esa entrevista ha servido a los hermanos Cabezudo para crear este producto tan singular.

Borja Peinado

Borja Peinado

Redactor

Alberto y Jorge Sánchez Cabezudo parieron en 2011 Crematorio. Una serie sobre la corrupción cuando todos nos preguntábamos por qué en España no se hacían series al nivel de otros países con los mimbres sociales que los creadores y guionistas tenían delante. Después, en 2017, cuando nuestra ficción empezaba a ponerse en marcha ante la llegada de las plataformas, continuaron con La Zona, un infravalorado thriller noir social con un Eduard Fernández más Harrison Ford que nunca. La tercera gran obra de estos hermanos, disponible en Disney +, ha vuelto a dar en el clavo.

Nos vemos en otra vida consta de 6 capítulos en los que se alternan distintos planos temporales. El momento de la entrevista de Jabois, la adolescencia hasta que Baby conoce a Emilio Trashorras hasta el 11M y todo lo que sucede tras la detención y el macro juicio. Un rompe cabezas casi metafórico de la vida de Gabriel Montoya para relatar todas las piezas que componen el horror.

La serie es muy dura, tremendamente incómoda y en ningún momento cae en maniqueísmos. Al contrario, te pone en un lugar en el que, por supuesto, cada implicado queda en el lugar que le corresponde, pero también ofrece una óptica para conocer el barckground de los personajes, especialmente el de su protagonista.

Lejos de ser un simple drama social sobre los bajos fondos y el mundo droga en Avilés, el guion circula por el thriller en algunos capítulos. Por esa mezcla de géneros y por la autenticidad que el casting expira, en ocasiones todo tiene un gusto a otras obras gigantes de la ficción, a mí me recuerda en ocasiones hasta a The Wire.

En el casting brilla y mucho la composición de personaje que ha hecho Pol López (Suro) en el papel de Emilio Trashorras, pero por encima hasta de ese brillo  emerge la figura de un descubrimiento mayúsculo, el chaval, Roberto Gutiérrez “Baby” en la adolescencia. Primer papel para este joven asturiano del que hasta es difícil encontrar datos. Menudo papel, cuesta describirlo, es mejor verlo y disfrutar.

Obviamente, un casting no funciona porque sí. El pulso en la dirección de Jorge Sánchez Cabezudo está al servicio de la historia y demuestra la importancia de que los showrunner sepan bien lo que están haciendo. La dirección del tercer capítulo corre a cargo de Borja Soler (La zona), qué ganas de que este señor siga trabajando y creando. La tercera pata en la calidad de Nos vemos en otra vida no podía ser otra que el guion, a cargo de sus creadores y de nombres con el oficio de Guillermo Chapa o el enorme talento de Pablo Remón.

Hay ocasiones en que la ficción televisiva, aparte de entretener, puede ser educativa en cierto modo y, sobre todo, creo que sanadora. Es el caso de Nos vemos en otra vida. Tratar ciertas cosas puede seguir causando mucho dolor, pero no por ello hay que dejar de hablar, aunque sepamos que la herida no se va a cerrar jamás.