Esther Jiménez

Esther Jiménez

Redactora

Fotos: Peter Meisel

El pasado 1 de diciembre Ibermúsica nos presentó su último concierto de la serie Barbieri previo a las fiestas navideñas. Se presentaba por primera vez en este ciclo la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín, dirigida por Vladimir Jurowski (quién es su director titular desde 2017). Esta orquesta creada en 1923 sobrevivió a las vicisitudes de la Segunda Guerra Mundial y se ha proclamado como una de las más importantes del país germano. 

El maestro Jurowski nos presentaba un programa complejo con Mozart, Brahms y Schubert como ejes. 

Comenzaba el concierto con la Obertura de Don Giovanni, de Mozart, donde el maestro nos presentó una versión consistente. Jurowski, presentó una versión austera en la ejecución de vibratos, los golpes de arco y en las dinámicas. Las agilidades presentes en la partitura quedaban claras gracias a la contención presentada por el maestro, en una clara intención de llevar a la orquesta a una versión más historicista, a pesar de la falta de instrumentos históricos propiamente dichos. Aunque se hubiera agradecido algo más de contraste en algunos momentos, la orquesta transmitió esa tensión subyacente que Mozart parece impregnar en su obertura, antecediendo el final grave que le espera a su protagonista.

Tras esta obra llegaba la gran expectación de la noche: el violinista griego Leónidas Kavakos, interpretando el Concierto para violín de Brahms. Kavakos es uno de los principales solistas que tenemos en activo en el mundo clásico y no es para menos, pues su musicalidad y técnica están al alcance de muy pocos. En esta visita para Ibermúsica, nos regaló una auténtica lección magistral, con una interpretación magnífica. 

Nada más comenzar los primeros acordes, quedaba claro que lo que se iba a vivir aquella noche era un concierto sensacional. El intrincado comienzo que propone Brahms resonó en el auditorio con fuerza y lo que se considera una de las entradas más comprometidas del repertorio violinístico, nos presagió la gran muestra que íbamos a presenciar. 

Kavakos hizo gala de un sonido redondo, vibrante y aterciopelado; que junto a una técnica impecable hizo las delicias de cuantos estábamos allí reunidos. El griego hacía parecer fácil un concierto que está situado entre los grandes del repertorio. La gama dinámica se dibujó desde los más potentes fortes a los pianissimos más livianos, todo ello ayudado también por el magnífico Stradivaius Willemotte que porta el violinista griego y aprovecha hasta el límite.

Kavakos nos regaló además una interpretación cuidada y sensible con el discurso musical, equilibrando fuerza romántica con los pasajes más cantabile. Tampoco faltaban una limpieza y dicción impecables en cada uno de los pasajes. Especialmente hermoso fue el Adagio del segundo movimiento, que culminó en un tercero verderamente giocoso, como indica la partitura, donde Kavakos dejó lucir todas las influencias húngaras y el carácter danzado del movimiento.

Jurowski dirigió a la orquesta con mimo en sus intervenciones, acompañando detalladamente y aunque hubo alguna desincronización en la diferencia de algunos ataques con respecto a lo que realizaba el solista, la orquesta fue el manto perfecto para las intervenciones solistas. El público respondió con una generosa ovación, que Kavakos agradeció con una magnífica Loure de la Partita III, BWV 1006 DE J. S. Bach; despidiéndose afectuosamente de un público completamente entregado a su ejecución.

Para terminar, la orquesta vibró en su interpretación de la Sinfonía en Do Mayor D 944, “La Grande”, que aunque aquí fue considerada la 9, ya sabemos que no siempre es así dependiendo de la numeración que se siga. 

La propuesta de Jurowski nos llevaba a un romanticismo más temprano que el Schubert que escuchamos hace unas semanas al maestro Barenboim, mucho más postromántico en su interpretación. Jurowski comenzó con una intervención recitativa de las trompas, a las que dejó sonar hasta la adición del resto de la orquesta. En toda la sinfonía esta confianza en los músicos se dejaría ver en varios momentos, dejando brillar a la magnífica sección de maderas y a una cuerda que no se dejó amedrentar por la dificultad de la obra (que llegó a ser considerada intocable en su época, por la dificultad de la técnica). Así una sinfonía que en principio no es nada agradecida para la orquesta, sobre todo para la cuerda, pudo tener momentos de gran viveza. Jurowski dibujaba con precisión lo que deseaba de la orquesta y luego dejaba que esta hiciera su trabajo, un combo perfecto. 

Un comienzo más que brillante del viento, seguido de un Andante liviano en el que de nuevo el viento fue el gran protagonista. Más adelante, en el Scherzo, la cuerda dejó una intervención muy redonda y con el carácter bien entendido. El Finale, difícil e intrincado resultó en un último movimiento correcto y preciso, gracias al buen hacer de Jurowski, que además no se saltó ni una sola repetición en toda la sinfonía. En resumen una buena actuación de la orquesta y de su maestro.

Ibermúsica pausa así, hasta después de Navidades, un ciclo que nos está dejando unas interpretaciones espectaculares.