La huida de Mikel Izal

En el año 2016 –hará pronto una década–, el incombustible Raphael publicaba un disco original titulado Infinitos bailes. Lejos de sus conocidísimos éxitos  como Mi gran noche, Yo soy aquel, Como yo te amo, Qué sabe nadie, Digan lo que digan, En carne viva, Estuve enamorado, Ave María o Escándalo, por citar solo algunas de las canciones que lo han hecho inmortal, compuestas en su mayor parte por Manuel Alejandro en solitario o en compañía de su segunda esposa, Purificación Casas Romero, el artista de Linares se ha rodeado en los últimos años de jóvenes músicos que han escrito temas originales expresamente para él. Rozalén, Manuel Carrasco, Vanesa Martín, Iván Ferreiro, Pablo López, Enrique Bunbury, Dani Martín o Paty Cantú, entre otros, figuran en la nómina de compositores que han puesto su letra y su música al servicio de Raphael. También Mikel Izal, que firmó la canción Infinitos bailes. El tema homónimo daría título al conjunto de aquel álbum de 2016. Para él escribió: «Celebraremos infinitas veces / que aún queda tiempo para reparar nuestros desastres. / Celebraremos infinitos bailes / en las cuatro paredes que encierran aire».

    Fernando Molero

    Fernando Molero

    Redactor

    No obstante, Raphael no es el centro de atención aquí ni la espoleta que ha animado esta nueva entrega de «Las letras cuentan». Solo nos ofrece una oportunidad para abrir la puerta a una canción concreta de Mikel Izal incluida en su primer disco en solitario: El miedo y el paraíso (2023).

    Tras la publicación de Hogar (2021), extraño conjunto de canciones de la banda capitaneada por Mikel Izal, el líder cuyo apellido le puso nombre, decide abandonarla y emprender una nueva carrera como solista, sin estar ya arropado por sus antiguos compañeros. ¿Divergencias artísticas? ¿Cansancio emocional? ¿Necesidad de emprender un vuelo diferente, más personal quizá? Tal vez el conjunto de todo sea la respuesta más acertada para explicar su decisión. El caso es que después de discos memorables como Agujeros de gusano (2013), Copacabana (2015) o Autoterapia (2018), cuando están en la cima de lo que conocemos como estilo indie pop o indie rock, el grupo se desinfla y se apaga, provocando una disolución que ha tenido, de momento, dos ramificaciones musicales: la del propio Mikel Izal y la de Alberto Pérez, guitarrista de la banda, que con el sobrenombre de Alberttinny se ha lanzado a la escena musical, también en solitario, con su disco Kintsukuroi (2024).

    lviendo a Mikel Izal y El miedo y el paraíso, el disco está concebido como un todo unitario, un volumen emocional dividido en cuatro capítulos que transitan desde el miedo inicial, el pánico paralizante e incluso un toque de extrañeza y culpabilidad hasta ese lugar llamado felicidad o paraíso en el que ya no importa lo que piensen los demás, solo el presente y las ganas de vivir libre de las ataduras del pasado, pasando por la rabia que provocan las maledicencias, las envidias y los infundios vertidos para hacer daño, y el grito liberador capaz de romper esas cadenas invisibles que a veces nos atan a todo aquello que no queremos o que detestamos. En él se incluye una canción titulada La huida que comienza con estos versos: «Soy solo un hombre tranquilo / que no quiere molestar, / que nadie resulte herido / por mis ganas de volar».

    Y no sé si la asociación viene por el verbo volar, de la primera conjugación, o porque la música y la manera de interpretarla de Mikel Izal, su voz y el tono, me recuerdan mucho a una canción concreta del asimismo venerado Julio Iglesias. El caso es que si ya en el pasado compuso para Raphael sus Infinitos bailes, por qué no si las circunstancias fueran otras y el tiempo, las ganas o la edad permitieran al cantante de La vida sigue igual, Me olvidé de vivir, Lo mejor de tu vida, Por el amor de una mujer, No me vuelvo a enamorar, Si me dejas no vale, Gwendolyne, Manuela, Que no se rompa la noche o Soy un truhán, soy un señor volver a entonar su canto, ¿no podría haberle cedido el tema La huida? Sinceramente creo que es perfecto para Julio Iglesias, que le hubiera ido como anillo al dedo.

    La canción de Julio Iglesias que podría estar emparentada con La huida de Mikel Izal y con la que cabría establecer conexiones no es otra que Vuela alto. Como curiosidad señalaremos que fue compuesta por las hermanas Álvarez-Beigbeder, hijas a la sazón de Manuel Alejandro, compositor de cabecera de muchos músicos, entre ellos Raphael, con quien abríamos el artículo.

    El cuarto verso de La huida apela a las ganas de volar y la canción de Iglesias a la necesidad de volar alto, cuanto más alto mejor. En ambas, el concepto elevarse, emprender el vuelo, está asociado a la idea de libertad, de independencia, de separación de los asuntos terrenales y de quienes los gobiernan, que pretenden anclar a la persona y al artista al suelo. En el caso concreto de Mikel Izal el deseo se vincula a lo introspectivo y emocional, mientras que en el de Julio Iglesias late quizá un pálpito más profesional, que tiene como referencia la vulnerabilidad de quien se expone en demasía. Sirvan como ejemplo los cuatro primeros versos de ambas canciones. Los del primero, ya expresados más arriba, concluyen con esos «Que nadie resulte herido / por mis ganas de volar». Los del segundo, apuntalando las dificultades que conlleva conseguir el éxito: «Llegar a la meta cuesta, / te cuesta tanto llegar. / Y cuando ya estás en ella, / mantenerte cuesta más».

    Asentadas las bases sobre las que van a pivotar las letras de ambas canciones, Mikel Izal insiste en la búsqueda de ese delicado equilibrio entre mantener las relaciones sociales o sentimentales y hallar un camino propio individual sin que por ello nadie tenga que sufrir las consecuencias: «Estoy de paso te digo. / Me quedo un rato nada más. / Tú no has preguntado nada. / Yo contesto sin parar. / Solo intento que nadie caiga enfermo. / Solo me acerco si después me quieres lejos»; y Julio Iglesias se reafirma en la idea de la fragilidad de las conquistas y el importante coste que hay que pagar por conseguirlas y mantenerlas: «Procura no descuidarte, / ni mirar hacia detrás, / o todo lo conseguido / te lo vuelven a quitar. / Aquí no regalan nada, / todo tiene un alto precio. / Peldaño que vas subiendo, / peldaño que hay que pagar. / Aquí hay que bailarlo todo / sin perder jamás el paso. / Te suelen soltar la mano / si ven que hacia abajo vas».

    Y entonces llega la explosión de los estribillos. Ambos recurren a la repetición del verbo volar, conjugado en primera persona del presente de indicativo por Mikel Izal y en segunda persona del presente de imperativo por Julio Iglesias. El «yo lírico» del primero es íntimo y muy personal; el del segundo es un «falso yo» encubierto en la asunción de un «tú» que además de marcar distancia universaliza la impresión de que el personal disfruta con encumbrar a los triunfadores, pero mucho más regodeándose después con su caída. Además, Mikel Izal refuerza dicha repetición con un esbozo de gradación ascendente que va desde el movimiento implícito del verbo correr al del verbo volar, para concluir con la aspiración de tomar contacto nuevamente con la tierra. Por el contrario, Julio Iglesias prefiere las alturas y la lejanía para no ser abatido fácilmente.

    Estribillo de La huida: «Y yo corro, corro y corro, y mi sombra corre más. / Y yo vuelo, vuelo y vuelo sin ir a ningún lugar. / Y yo corro, corro y corro para no quererte mal. / Y yo vuelo, vuelo y vuelo y solo quiero aterrizar».

    Estribillo de Vuela alto: «Vuela, amigo, vuela alto, / no seas gaviota en el mar. / Vuela, amigo, vuela alto, / no seas gaviota en el mar. / La gente tira a matar / cuando volamos muy bajo. / La gente tira a matar / cuando volamos muy bajo».

    Ya está todo dicho, poco queda que añadir. Si acaso un par de versos de Mikel Izal en los que se identifica con una persona normal, inclinada a la introversión, a la que le cuesta sacar de adentro lo que piensa: «Soy solo un hombre, te digo, no tengo nada especial. / Hablo conmigo mismo, tú no me pidas la verdad»; y dos estrofas más en el tema de Julio Iglesias para reafirmarse en que lo mejor es perseverar en el vuelo, cuanto más alto mejor, adonde no alcancen las balas, ni las críticas, ni las zancadillas, ni nada de cuanto los hombres son capaces de hacer para hacer caer al prójimo que ha sido encumbrado por el éxito: «Amigo, aprovecha el viento / mientras sople a tu favor. / Que el aire te lleve lejos, / cuanto más lejos mejor. / Que aquí el que se queda en tierra / lleva la parte peor, / se van cerrando las puertas, / te van negando el adiós».

    Ignoro si Julio Iglesias conoce las canciones de Mikel Izal. Seguramente no. Lo que sí es seguro es que Mikel Izal ha escuchado los innumerables éxitos de Julio Iglesias. Si le gusta su música o no y la manera que tiene de cantar sus letras es algo que desconozco. Pero si una vez compuso para otro grande, ¿no sería maravilloso que un tema suyo lograra sacar al cantante de Gozar la vida o Un día tú, un día yo de ese larguísimo retiro que habita desde hace bastantes años y este respondiera ante una propuesta quizá no tan descabellada: «Me va, me va, me va, me va, / me va la vida, me va la gente de aquí y de allá, / me va la fiesta, la madrugada, me va el cantar, / me va el color, si es natural. / Me va, me va, me va, me va, / hacer amigos, andar caminos, me va, me va, / soñar contigo y haber nacido para cantar. / Me va el amor de verdad».