El productor asturiano Crazy Paris rescata esta canción de Pablo y, basándose en las primeras maquetas electrónicas, la reconvierte en un hit de boite pub, una canción para bailar pitillo en mano en las tabernas más aterciopeladas, invitando a la herejía y al buen vivir. Las bases contundentes y el bajo digno del Franco Batiato más degenerado combinan con las violas de Sara Muñiz llevando la canción al terreno de los cantautores más oscuros, aguerridos y afrancesados. Resuena Bertrand Belin, Michelle Gurevich o Dominique A, pero también el pianista anónimo que ha entretenido durante décadas a los borrachos intempestivos de nuestra ciudad de vacaciones y que, convertido en una suerte de párroco de los pecadores (eso deberían ser todos los párrocos) invita al hermanamiento y al baile agarrado le pese a quien le pese.