Paco Ruíz

Paco Ruíz

Redactor

“Lo peor está por llegar”, augura con rostro impasible el cineasta Michel Franco, tras la proyección de su Nuevo Orden (2020). “Tan solo en la ciudad de México, una de cada cuatro personas ha perdido sus fuentes de ingresos. Lo peor está por venir”, le reitera a la crítica y a los espectadores, quienes han de procesar, no sólo el lamento de sus palabras, sino la ávida insatisfacción de un cineasta que derrumba la clásica catarsis narrativa que se necesita para salir, de una sala de cine, con un mínimo de entereza. Pues Michel nos coacciona a sucumbir en el ojo del huracán, que no es otro que los ojos de unos personajes enfrentados entre sí, ante el inevitable abismo generado entre una clase social y otra.

El pretexto de la hiperbólica boda de una pareja perteneciente a la alta alcurnia confronta al radical alzamiento, cuya crudeza minimiza agresivos gestos, ligeramente similares, con los presenciados durante el asalto al Capitolio o incluso en la misma Barcelona, en la que tiene lugar el pase presencial, por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél. De esta forma, el cineasta arrasa los límites. Incluso los suyos. Intercambia el intimismo marcado, de su filmografía, por una estética que excede lo cinematográfico. Y es que, si el diablo está en los detalles, Michel es el rey del infierno. Tras un minuto brusco y preciosista, el colorido ‘collage’ que cuelga en la pared de la familia Novello, sentencia la linealidad de un ambiente naturalista, transmutada en una ‘home invasion’ que culmina en una cotidiana distopía.

En la extrema violencia y en las continuas elipsis nos esperan, agazapados, inconcebibles giros argumentales y de género. Engendrar semejante puesta en escena, predominada por múltiples planos secuencias, trae no pocas reminiscencias a los sucesos del impecable episodio 405 Method Not Allowed, de la serie Mr. Robot (Sam Esmail, 2015 – 2019). El lenguaje cromático se vuelca en evocar una creciente tridimensionalidad en los personajes. Hecho que podemos comprobar en el personaje de Marian, que el día de su boda reniega del típico vestido blanco de la novia por un llamativo rojo que abandera su rebeldía. 

La clase alta viste prendas de coloridos uniformes y llamativos, mientras que el ciudadano de a pie, en plena revuelta, es el perchero idóneo de una mezcla de colores apagados y revueltos entre sí. Es por ello que Michel tergiversa el significado de la esperanza que suele acarrear un verde, el cual no sólo complementa a la rojiza vestimenta de Marian, sino que es usado como emblema del dinero y los injustos actos militantes.

El cineasta sabe lo que hace. Condenado por palabras que el hombre calla, y que él no las ha callado, ha sido víctima de ofensivas pintadas hacia su persona en las calles. Cuando un largometraje como este, mete el dedo en la llaga, con un recorrido que le ha valido el Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia y no pocas comparaciones con la reciente Parásitos (Bong Joon-ho, 2019), los agravios van de la mano. La temática y crítica social son aspectos candentes, nunca desfasados. Películas como Joker (Todd Phillips, 2019) o Bacurau (Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles, 2019) son meros ejemplos de la incidencia del éxito.

De obligada mención, dejando a un lado el visionado, hay que alabar el desempeño de A Contracorriente Films, cuya apuesta por estrenar en unas noventa y ocho salas, además de permitirnos acceder a la proyección/coloquio, demuestra el mimo con el que tratan al proyecto y al público, ofreciendo toda clases de facilidades para acceder a este Nuevo Orden. Y es que, como dice el crítico Carlos Loureda, esta película, “sin lugar a ninguna duda, es la más necesaria”. 

No se puede estar más de acuerdo.

Nuevo Orden llega a los cines el viernes 19 de febrero.