Madrid, 29 de agosto de 2024. Recinto Ferial de IFEMA
El festival Kalorama llegaba por primera vez a Madrid tras dos exitosas citas en Lisboa. Esta primera edición en la capital se saldó con muy buena nota a pesar de la gran tormenta que casi acaba con la jornada del viernes y la cancelación de dos de sus grandes reclamos del cartel, The Smile, a finales de julio por la enfermedad que contrajo uno de sus componentes y Fever Ray a pocas horas del comienzo del festival por otra inoportuna baja médica. Pero vayamos por partes.
Pakito Serrano
Redactor
El nuevo festival se asienta en uno de los parkings del IFEMA, en el mismo emplazamiento en el que tuvo lugar una (olvidable) edición del festival Tomavistas. Este Kalorama contaba con dos escenarios principales y un tercer escenario accesorio en el que se programaba música electrónica de manera continua. Una de las ventajas del Kalorama es que el tamaño de su cartel permite que no haya solapes y las actuaciones en los escenarios principales sean consecutivas; esta propuesta se debe coordinar con un aforo adecuado y una ruta amplia entre escenarios para que el paso de uno a otro no sea traumático. En este caso estuvo bien resuelto y nunca en los tres días de festival, incluyendo el sábado con mayor asistencia, tuvimos ningún problema. Igual de bien dimensionados estaban los accesos, baños y barras, evitando colas incluso en horas punta, no teniendo nunca la horrible sensación de masificación de otros festivales multitudinarios.
El jueves estrenamos el escenario principal al ritmo del trío de synth pop Nation of Language que presentaba su tercer y último LP “Strange Disciple” (PIAS, 2023). Su música conjuga indie-pop melancólico con toques de inspiración ochentera que la hace más bailable, su directo impecable junto su entrega y carisma desprenden sobre el escenario nos hicieron arrancar la calurosa tarde con buen pie. A continuación, The Kills llenaban de potencia y visceralidad el segundo escenario con su rock lo-fi de riffs sucios y pesados, si bien, su concierto resultó algo plano y no llegó a excitarnos en ningún momento, quizás por el visible mal rato que su cantante pasó luchando contra el sol de justicia que les pegaba totalmente de frente.
Foto: Sharon López
Foto: Sharon López
El momento más emotivo, y por el que llegaron más asistentes a la primera jornada, era la parada en Madrid de la gira conjunta del 20 aniversario de dos discos que marcaron a toda una generación, el “Give Up” (Sub Pop, 2003) de The Postal Service y el “Transatlanticism” (Barsuk, 2003) de Death Cab for Cutie. La primera banda en ocupar el escenario fueron Death Cab for Cutie, totalmente uniformados en color negro, para interpretar de forma íntegra el disco más reconocido de su carrera. Con un Ben Gibbard en plena forma liderando, la banda que sigue publicando discos y girando por todo el mundo, se mostró enérgica y comprometida, felices sobre el escenario, en un concierto, impecable en lo sonoro, que fue de más a menos y con el que pudimos revivir tiempos pasados ¿y mejores? con temas como «The Sound of Settling» and «Title and Registration».
Tras un parón de 15 minutos para preparar el escenario The Postal Service aparecieron vestidos de un blanco impecable para hacer contraste con su anterior aparición sobre las tablas. El “Give Up” es el único largo publicado por la banda lo que da un aire místico a los conciertos de esta gira en el que lo tocan en el orden en el que fue compuesto. Con un sonido más electrónico las canciones del “Give Up” han soportado mucho mejor el paso del tiempo que las del “Transatlanticism”, así pudimos comprobarlos pues escuchar en directo los sublimes cuatro primeros temas del disco, entre los que se incluye la mayúscula “Such Great Heights”, fue una experiencia inolvidable de éxtasis colectivo. Un ejercicio de nostalgia
LCD Soundsystem o la máquina del ritmo perpetuo cerraron la jornada por todo lo alto a base de hits bailables, un impactante montaje visual y un James Murphy, imponente con su sola presencia sobre el escenario, liderando una banda de ocho miembros que funciona como un reloj perfectamente ajustado que pendulea sobre las bases dance-punk de sus temas. Divertido, completo y potente hasta la limitación de sonido a medianoche, es cierto que el concierto tuvo algún tramo con temas en medio tiempo que lastraron ligeramente la velocidad de crucero de la maquinaria neoyorkina pero que no desmerecieron el grato resultado final.
Foto: Sharon López
Foto: Sergio Albert