Ciudadano Suárez

Ciudadano Suárez

Redactor

DISCO DEL MES DE NOVIEMBRE DE 2018

La Casa del Misterio / Ataquel

TAN NECESARIOS COMO EL SACRILEGIO

El frío, como noviembre, ha vuelto de sopetón. Y nos ha traído como disco del mes Rebelión. De la misma manera, Los Ilegales, lejos de dejarse caer en un otoño de suave resbalar han regresado con un disco inmediato, despojado de artificios. Duro y a la encía. Apenas media hora cargada hasta arriba de rock y actitud.

A mediados de los ochenta corrían tiempos salvajes y parecía que los tiempos nuevos, encarnados en el icónico cambio de milenio, traerían consigo un mundo feliz. Pues no, los fans de Aldous Huxley tendrán que seguir esperando. La corrección política se ha impuesto como un tatuaje cada vez menos invisible. La incorrección política cada día se entiende peor y se diferencia menos de la vana provocación en busca de un estéril clickbait. Así, Jorge Martínez y los suyos son más necesarios que nunca en este “Mundo Carapijo”.

Su receta sigue funcionando a la perfección y gana enteros con la misma facilidad con la que han evitado todo lo prescindible. No solo ahora, hace tiempo que se podrían haber dedicado al lucimiento personal y facturar discos basándose en solos onanistas de Jorge, evidentemente, siempre bien acompañados de un bajo y una batería portentosas. Pero no, como están aquí por la sopa sónica, se han dedicado a hacer que las canciones funcionen dejando su ego en un segundo plano musical.

Foto de Javier Rosa

Y es que a estas alturas de la vida las máscaras les sentarían mal.  Pertenecen a la selecta estirpe de los que además de hablar, dicen y merecen ser escuchados. No rehúyen su vehemente discurso no apto para aquellos que disfrutan viviendo en un barrio, ya sea real o virtual, de colores para maricones.

Excesos etílicos, nocturnos y psicotrópicos a un lado. Para los chicos pálidos que crecimos frente a una máquina, agotados de esperar el fin, la escucha de Rebelión es un ejercicio equilibrado entre la búsqueda de las raíces y la de los límites. Como quien lo hace frente al espejo de una vida o el que lo encuentra en el propio reflejo que le devuelve la frontera entre su copa y él. Pero veintinueve minutos y treinta y seis segundos después, en el momento en el que uno se plantea seriamente romper los dientes a cara de conejo, un paseo por “El Bosque Fragante y Sombrío” termina impidiéndotelo.

Queridos millenials y queridas señoras, podemos obviar que no les gusten sus caretos, pero si no les gusta su disco, cambien de camello o de medicación.

Porque, para que te quede claro, millenial que idolatras traperos baratos, fuera de los escenarios Jorge Martínez ha repartido las mejores hostias del rock en castellano y ha escandalizado por igual a tu adorable vecina del segundo y al Padre Apeles. Así, es bastante aconsejable que sepas que cuando, ya no Chenoa en modo picarona, sino Yung Beef va, él vuelve de allá. A todo esto hay que sumarle dos diferencias bien sencillas: el virtuosismo y la altura intelectual. La misma que vuelve a plasmar en sus letras y mira por encima del hombro a la de cualquier montaña de droga con la que otros intentan impresionar a seguidores ávidos de ídolos malotes de extrarradio. Es difícil expresar mejor lo que supone convertirse en un saco de ansiedad entre un segundo y el siguiente. Por meterse tanta, tonto.

Se temió que la pérdida de Alejandro Espina fuese la puntilla a la andadura de Los Ilegales. Pero tras ella, y con la vuelta de Willy Vijande al bajo, se recompusieron con “Mi Vida Entre Las Hormigas” (Virgin, 2017), el más que recomendable documental que narra visceralmente su trayectoria. Ahora demuestran estar en forma con este disco para el que, como su amigo Omar, vienen sin disfraz.

Foto de Javier Rosa