Carlos Boyero de Gorila Flo

«Cada miércoles tenemos una cita con un señor que ama el cine (Una historia de amor muy bonita y que no voy a contar qué final tiene), que dice lo que piensa para bien (Me parece uno de los mejores actores del mundo) o para mal (Me olía que era una majadería, pero confirmado), alguien que se define con una sola palabra (Es… buf, tremendo), y que a esta hora del día abre La ventana del cine (No la abras, no la abras, y la abre): Carlos Boyero.» Así comienza, introducido por la canción It’s A Man’s, Man’s, Man’s World con la voz inconfundible de James Brown, el podcast de la Cadena Ser La ventana del cine, presentado por Carles Francino en el que cada semana dialoga con el crítico de cine Carlos Boyero sobre estrenos recientes, sobre los clásicos inmortales, sobre series de televisión, sobre música y sobre lo que se tercie. Pero sobre todo, sobre cine.

Fernando Molero

Fernando Molero

Redactor

Al salmantino Carlos Sánchez Boyero (amigo de sus amigos, entre los que se encuentran el actor Antonio Resines y el director Fernando Trueba desde sus tiempos universitarios) siempre le ha perseguido un halo de polémica como consecuencia de sus críticas y comentarios en distintos medios de comunicación. Aunque en la actualidad escribe para El País, antes lo hizo para El Mundo, El Independiente, Diario 16 o La Guía del Ocio, donde comenzó su andadura y se curtió como crítico de cine y cronista de la noche madrileña.

En los últimos años (cosas de la edad, tal vez) su figura ha trascendido y transitado por territorios complementarios que han venido a desentrañar si cabe su poliédrica personalidad. Su amigo Joaquín Sabina, en el poemario Ciento volando de catorce (Visor, 2001) le dedicó todo un soneto con el título de «La columna de Boyero», en el que definía su figura y su labor de la siguiente manera: Su oficio es escupirle al firmamento, / su vicio vomitar en las medallas, / su gramática parda y su talento / se crecen al fragor de las batallas. / Exhibe un pedigrí con lamparones, / va derrapando en dirección prohibida, / no concibe el amor sin desconchones, / ni a Bob Morrison Brel sin mala vida. / Por más que se nos cruce el mismo cable / ni yo pierdo las ganas de abrazarlo / ni él desluce mi arrojo novillero. / El Mundo sería menos transitable / si no hubiera impostores como Carlo(s) / firmando la columna de Boyero.

Juan Zavala y Javier Morales Pérez le rindieron tributo en un documental. Lo titularon directamente: El crítico (2022), término que vale tanto para delimitar el concepto relativo a la persona que ejerce profesionalmente la crítica (de cine, en este caso), como para destacar esa vena inclinada a enjuiciar hechos y conductas generalmente de forma desfavorable; el diccionario de la RAE dixit. Por sus fotogramas desfilan, además del entrevistado, actores, directores, periodistas, críticos, amigos y amigas que dan su visión sobre la persona y sobre el personaje en que se ha convertido a lo largo de cincuenta años de profesión.

Hace tan solo un año, Boyero publicó, con la colaboración del periodista Borja Hermoso, una suerte de memorias a las que nombró No sé si me explico (Espasa, 2024). En ellas realiza, sin medias tintas, un repaso por su vida. Por lo bueno y por lo malo, por todo aquello que lo ha ido configurando como ser humano: sus neurosis; las drogas; su amor incondicional por la belleza y por todo aquello que lo emociona, venga de donde venga, de la literatura, de la música, del cine, del arte en general, de las mujeres; sus amores y desamores; sus depresiones; su sempiterna aversión por todo lo que huela a tecnología.

Pero los homenajes aún no han terminado. En este 2025, hace tan solo un mes, el 21 de noviembre, el grupo madrileño de pop-rock Gorila Flo, sacó a la venta Estados alterados. Entre las diez canciones que componen este disco, una lleva por título, precisamente: Carlos Boyero.L

La banda de Coslada, compuesta en la actualidad por Sara García, Sergio Ortiz, Inés Vellido, Rodrigo Gamero y Marta Sol Cobo, tras un tiempo entregada a versionear a grupos indies patrios sobre todo, debutó en 2022 con el álbum Escala para otro vuelo. Ahora se ha marcado un disco con sonidos energéticos, psicodélicos, trepidantes, que invitan al baile, a levantar los pies del suelo, a gritar y sumarse a una masa en movimiento con la que compartir la comunión del rock. También a reflexionar, desde el puro divertimento, acerca de una realidad social anestesiada que precisa de una inyección de adrenalina de la buena para despertar de su letargo. Recurren a la ironía, a la crítica, a poner el dedo en la llaga de cuestiones que nos afectan a todos por igual, como pueden ser la violencia de género, la homofobia, la estupidez de los concursos gastronómicos, las inseguridades, el estrés diario o la huida de los convencionalismos.

Junto a otros temas como Increíble, Lobo Feroz, Idiota total, Tiene amigos gays o MasterChef se cuela un canto a la honestidad brutal de un crítico de cine que, con sus aciertos y errores, sus filias y sus fobias, continúa siendo fiel a sí mismo y a sus gustos, sin que le importe absolutamente nada lo que piensen los demás. Es Carlos Boyero, que, salvando las distancias, pertenece a la estirpe de los Ángel Fernández-Santos, José Luis Guarner o de su amigo Otis Rodríguez Marchante, entre otros.

Los Gorila Flo han tomado algunos de los actos, comentarios y características que definen su profesión y su comportamiento, su manera de ser y de actuar, y los han metido en una batidora sarcástica en la que combinan la admiración hacia un dinosaurio de la vieja escuela que no se resigna a extinguirse pero mucho menos a integrarse en la corriente de las opiniones actuales, con referencias cinéfilas repartidas con cuentagotas por las distintas estrofas de la canción. Todo en aras de perfilar un retrato lo más acorde posible con el personaje.

En el terreno lingüístico se habla de prosopografía cuando alguien describe únicamente los aspectos externos de una persona, es decir, su altura, el color de su pelo, su manera de vestir, etc. Por el contrario, se emplea el término etopeya si la intención es hablar de los rasgos internos, de carácter: su estado de ánimo, su temperamento, etc. Sin embargo, si se aúna lo externo y lo interno, estamos ante lo que se conoce en retórica como un retrato literario. El objetivo de este último es crear con palabras una imagen tangible y creíble, capaz de profundizar en la caracterización de cualquier personaje o ser humano. Esto es lo que han hecho los Gorila Flo.         

En el caso de la prosopografía, se refieren a Carlos Boyero como un dandi, una persona a la que le gusta vestir bien: «Es un viejo sastre / de la industria del cine. / Trajes a medida»; que cultiva sus ademanes de indiferencia: «Si la corriente es dar palmas, / él se fuma un cigarro»; con un estilo personal, en todos los sentidos, que no es de este tiempo: «Dicen que su estilo / es de la edad feudal»; que mantiene el tipo como un pasota al que le da igual lo que piensen y digan otros: «Pose chulesca»; y que suele hablar pausadamente porque no tiene necesidad de gritar para defender su criterio: «No alza la voz».

Son más incisivos y profusos en la descripción psicológica de Carlos Boyero. Implacable: «Va dejando heridos / por la alfombra roja». Polémico: «La ha liado / diciendo que Foster / sale envejecida». Inflexible: «Que caiga quien caiga, / él no rectifica». Un punto arrogante: «Le resbala tu opinión. / Le resbala, / resbala, / resbala, / resbala». Seguro de sí mismo: «Porque dice lo que piensa / sin mirar a los lados». Transgresor: «Políticamente incorrecto» o «Se ha pasado de la raya». Aquí el polisémico término raya alude tanto al concepto metafórico de persona que supera los límites de una «línea gráfica alargada que se traza sobre una superficie», es decir el «término que se pone a algo, tanto en lo físico como en lo moral», como a la acepción número 14 de la palabra según el diccionario de la RAE: «En el lenguaje de la droga, dosis de cocaína preparada para esnifar». Este tema prefieren no tocarlo los Gorila Flo directamente porque afecta a la intimidad del personaje: «Haremos otro tema / de su vida privada». No es ningún secreto, porque él ha confesado públicamente un millón de veces sus adicciones, con especial predicamento por ese polvo blanco. Generoso admirador: «Solo rinde pleitesía / a quien se lo merece». Y para rematar la faena, una sucesión de adjetivos combinados con algún sustantivo que imprime los últimos retoques a la representación de Carlos Boyero: «Impermeable», «Antimoderno», «Soberbio», «Héroe», «Villano».

No terminan aquí los definitivos brochazos del retrato, ya que en el propio estribillo lo califican de «Sheriff-talibán, protector indomable». Y en varias ocasiones, por declararle su admiración, lo tildan de «The Fucking amo». Como juego valdría escuchar a Boyero en la radio, leerlo en la prensa o en su libro, verlo en el documental y juzgar si la pintura de Gorila Flo se acerca a su figura o no.

Falta, por último, analizar los aspectos relativos a su profesión: la de crítico de cine, diseminados en versos que van recorriendo toda la letra de la canción, intercalados en las descripciones anteriores.

En la primera estrofa ya apuntan directamente sobre asuntos relacionados con el séptimo arte y sus aledaños. Aunque en la actualidad Carlos Boyero no ejerce de comentarista festivalero, durante muchos años fue corresponsal en los festivales cinematográficos más importantes del mundo. A dos de ellos hacen referencia Gorila Flo en su canción: el de San Sebastián y el de Cannes, «De Donosti a Cannes / va dejando heridos / por la alfombra roja», para a continuación establecer un parentesco entre el retratado y ese mítico personaje de la película de Jonathan Demme El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, 1991), protagonizada por Anthony Hopkins y Jodie Foster, que es el doctor Hannibal Lecter. «El Hannibal Lecter / de la crítica», lo llaman. Y la alusión les viene como anillo al dedo para enlazar la primera con la segunda estrofa, pues si en la primera la estrella es Hopkins/Lecter, en la segunda lo es Foster/Clarice Starling/Liz Danvers, protagonista de la cuarta temporada de la serie de HBO Max True Detective: Noche polar (True Detective: Night Country, 2024), creada por Issa López según los parámetros establecidos por el creador original de la saga: Nic Pizzolatto. Un comentario, vertido en distintos medios de comunicación, le valió al crítico reproches generalizados de todo tipo, especialmente desde sectores vinculados al feminismo: «La ha liado / diciendo que Foster / sale envejecida. / Le han llovido mil palos / del sector feminista».

Casi al final, un título dejado caer (no se sabe muy bien si por lo que supuso el accidentado rodaje del filme de Francis Ford Coppola o por lo que sugiere la palabra apocalipsis) para referirse a la onda expansiva que generan algunos de sus comentarios, tachados a veces de misóginos, machistas, improcedentes, tendenciosos, etc., el de una de las grandes obras del género bélico: Apocalipsis Now (1979).

El remate de la canción es una pulla al director de cine que ha sido siempre (salvo contadas excepciones) el centro de muchas de las invectivas de Boyero: Pedro Almodóvar. Las críticas feroces contra el autor de Todo sobre mi madre (1999) o La habitación de al lado (2024), por citar solo dos de los filmes de su ya dilatada filmografía, son frecuentes, conocidas y archicomentadas en los mentideros fílmicos y en los medios de comunicación. ¿Justificadas? Sí. O no. A fin de cuentas solo se trata de la opinión de alguien con unos gustos particulares que mira las películas de manchego bajo un sesgo excesivamente mediatizado por la aversión que le provoca tanto la persona como toda la parafernalia mediática que lo rodea. La realidad, sin embargo, dicta que Almodóvar es uno de los cineastas más respetados fuera de nuestro país y que su cine es, junto con el de Luis Buñuel y algún que otro elegido, el más estudiado y analizado por expertos en los ámbitos académicos. Es Almodóvar el cineasta sobre el que más se ha escrito de cuantos conforman la nómina de los directores españoles. Ahora, como las opiniones son como los culos, que cada cual tiene el suyo, pues Carlos Boyero está en su pleno derecho de repudiar aquellas películas que considera mediocres o que no están a la altura de su gusto estético o emocional. Faltaría más. Eso sí, siempre, como corresponde a la labor de cualquier crítico, aportando juicios de valor refrendados por apreciaciones lo más objetivas posible.

Carlos Boyero, según la canción de Gorila Flo, se erige en juez y parte, repartiendo bendiciones o anatemas a diestro y siniestro. A quienes son de su agrado los eleva a los altares. A aquellos que tienen la desgracia de caer en la órbita de lo que desprecia los condena al infierno. Cabría decir que carece de término medio. Defiende a capa y espada a los amigos (aunque sus trabajos sean mediocres o directamente malos) y enjuicia con acritud y dureza a los enemigos, sobre todo a Pedro Almodóvar, a quien la banda madrileña alude en su canción con una buena dosis de humor que encubre, aunque no oculta, su nombre: «Solo rinde pleitesía / a quien se lo merece. / Indulta alguna peli / si le convence. / Puesto a dar de hostias, / tiene sus preferencias. / A Peter el Manchego, / le da por inercia».

Conclusión: los miembros de Gorila Flo tiran de ironía en Carlos Boyero para hablar de un tótem de la crítica cinematográfica española y de paso se declaran rendidos admiradores de su personaje, de la fidelidad con la que se conduce a la hora de opinar sobre los asuntos de este mundo. También demuestran su amor por el cine, al que toman como referencia no solo para dar título genérico al álbum, sino para ilustrar algún que otro tema más. En su canción Kill Manolo, incluida en el mismo álbum, recurren a la estética y el argumento de Kill Bill. Vol. 1 y 2 (Quentin Tarantino, 2003, 2004) para criticar la violencia de género en un lugar de La Mancha de cuyo nombre prefieren no acordarse.

Según confesión propia, el título del disco: Estados alterados, lo han tomado de la película del grandilocuente Ken Russel Un viaje alucinante al fondo de la mente (Altered States, 1980), en la que William Hurt da vida a un científico que, investigando la esquizofrenia, se embarca en experimentos para intentar descubrir otros estados de consciencia que puedan ser igual de reales que aquellos que vivimos en la vigilia.