Olivenza, 25 de agosto de 2023. Baluarte de San Blas

El Contempopranea se asienta y vuelve a nacer en su nueva ubicación de Olivenza. Es genial y muy edificante volver a un festival y ver que tantos años después tiene la misma magia y la misma fuerza que antes. Con el mismo espíritu que tenía en sus inicios. El año 2001 fue la primera experiencia en Alburquerque, algo maravilloso, un pueblo entero dedicado a un festival pequeñito, con mucho aire pop entre sus habitantes. En 2003 repetimos otra vez, otra experiencia inolvidable y como la vida cambia mucho, el festival siempre se nos quedaba apartado, y las obligaciones nos alejaron de él hasta que veinte años después y con Olivenza como sede hemos vuelto a lo que dejamos, y nos hemos encontrado con lo mismo o mejor. Maravilloso, genial, y con los mismos genes pero en otro entorno tanto o más bonito que el anterior. Olivenza es uno de esos lugares que merece la pena visitar, con un gran patrimonio cultural y con un nivel de acogida altísimo, para la invasión que supone el que tres mil personas lleguen a el pueblo durante dos días.

Fran González

Fran González

Redactor

Fernando Tello

Fernando Tello

Redactor & Photo

Al lado de la plaza de Santa María con su iglesia de estilo manuelino contemplando el escenario se dio la salida a la fiesta de bienvenida que el jueves reunió a mucha gente alrededor de tres bandas. Llegamos a Carrera Blanca y su versiones y el colofón de Bueno Perdona al filo de la media noche y con una temperatura y un ambiente extraordinario. La banda madrileña ejerció su valor y desplegó todo su pop para abrir boca de lo que se esperaba en los próximos dos días en el Baluarte de San Blas.

El calor se hacía bastante insoportable a las ocho de la tarde cuando empezaba la primera jornada del festival. El Contempopranea 2023 se había diseñado con la intención de hacer una llamada al modelo actual festivalero de negocio en muchas ocasiones insoportable y poner el valor otro tipo de festivales, porque antes esto era más un sentimiento que un negocio, una forma de dar una alegría a la gente, así nacieron casi a la vez que este, el FIB en Benicàssim y el Sonorama en Aranda. Todos resisten, algunos con un impacto multiplicado por quince, otros en horas más bajas, después de un éxito sin precedentes, y el Contempopranea siempre manteniéndose igual, a pesar de las zancadillas políticas, pero con las mismas ganas que su alma y creador, Agustín Fuentes a tenido siempre, y esperemos que con las mismas que sus hijas tengan para emprender el futuro que le espera a un festival que nunca debe desaparecer. El cartel es “ESENCIAL”, una alegato a todos los años vividos y un menú que los que tenemos cierta edad no podíamos dejar pasar, y todo ello en este entorno que enamora.

Los Marcianos subían al escenario para que comenzara la descarga que nos esperaba el viernes. Banda sólida, la de los vigueses, guitarras afiladas y melodías primitivas con unas influencias que resuenan y hacen muy grato el tiempo que tuvieron para demostrar lo que valen ante una audiencia que iba llegando poco a poco al recinto del festival. Y si te había parecido poca descarga la de Los Marcianos, enfilaban el escenario Cala Vento, que como siempre no defraudan. Rock enérgico de los de L’Empordà que nos enseñan su tercer disco. Otra obra de arte sublime esta Casa Linda. Locura y desenfreno, en un recinto que se iba llenando para los platos fuertes sin que la gente supiera que uno de esos grandes grupos de la noche eran los Cala Vento. Dan ganas de adoptarlos y llevártelos a tu casa a los buenos de Joan y Aleix. El baluarte ya estaba calentito cuando los Triángulo de Amor Bizarro entraron en escena para subir todavía más la temperatura con una descarga descomunal con el fondo de la “Sed” de su sexto trabajo que es el que han salido a enseñar a la carretera. Pocos bajos suenan tan crudos en el panorama nacional con un apoyo de batería que impresiona para hacer un nudo musical tan sucio y brillante a la vez que parece de otro planeta. Una delicia los gallegos.

Por la mañana, en la piscina, estuvimos disfrutando de una cerveza en la presentación de los libros de Pau y Jorge en un ambiente distendido, que terminó con un par de canciones en acústico de los dos, ante la atenta mirada de sus compañeros de banda y el resto de asistentes y algún bañista despistado. Por la tarde dieron otro concierto de guitarras e intensidad, exultantes y agradecidos por estar entre los elegidos de esta edición, y es que La Habitación Roja no pueden ser mas esenciales cuando hablamos del indie en España. Repasaron canciones de ahora y de antes en un setlist muy adecuado para el público que tenían enfrente.

Y Dorian llegó a Olivenza y nos fuimos a cenar. La verdad es que puede ser una gran propuesta, que mueve muchas masas. Llevan una puesta en escena algo más cuidada, con un juego de luces y unos audiovisuales algo distintos para lo que vimos hasta ese momento, aunque abusaron de lo que yo llamo “los salvapantallas del Windows”, pero es que musicalmente nunca me han dicho mucho. Tienen mérito, y sus letras tienen bastante que decir, pero lo siento por sus fans, pero no. Asi que, con la única opción vegana en la mano, y unas sillas que parecían de boda  nos disponemos a escuchar el concierto desde la parte de atrás del recinto que sería zona delantera en cualquier otro festival. Así que, ni tan mal. Esas son las cosas que hacen a estos festivales una opción fantástica para disfrutar de la música, que es lo que importa aquí.

Y la noche terminaba con El Buen Hijo, gran sonido el de la banda madrileña, pero con algo de falta de punch, llegar a la playa y ahogarse en la orilla. Y para el final dejamos a Malamute, con su tontipop que en sus grabaciones suena delicioso pero que en directo no llegaba a encajar, sobre todo la voz, que hizo que lloviera mientras llegábamos hasta nuestros aposentos, con la música de fondo, para descansar para lo que nos esperaba al día siguiente.