Albacete, 10 de noviembre de 2018. Sala Clandestino

Afortunadamente, una de las cosas positivas que se puede decir de Albacete es la gran oferta de música en directo que, en cantidad y calidad, brinda al que se molesta por encontrarla. No hace tanto tiempo esto no era así y si en el presente podemos disfrutarlo es porque en su momento hubo personas que se la jugaron para que así fuese. Uno de ellos es Mr. Nobody, sin el que no se entendería el momento actual y que el pasado 10 de noviembre se despedía de la promoción de conciertos. Con un cartel de lo más interesante y, además, muy significativo.

Ciudadano Suárez

Ciudadano Suárez

Redactor

Ángel Valtueña

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A última hora se cayeron Monsieur, por lo que el tiempo programado para Igloo y Rufus T. Firefly aumentó con respecto a lo previsto de inicio. Y decimos que el cartel era significativo y sintómatico porque para el recuerdo quedará aquel ABLAB! 2015 en el que pudimos disfrutar de uno de los días más épicos, musicalmente hablando de los que uno, que ya lleva unos años en esta ciudad, haya vivido. Aquel sábado de otoño que comenzó con un concurso de bandas noveles, de las que alguna también falló a última hora, pero que nos permitió conocer a unos imberbes gallegos, Aula 11, que nos metieron en el bolsillo a las primeras de cambio. Sí, aquel mítico sábado en el que por la tarde y ante una sala José Saramago con una discretísima entrada, también tuvieron su espacio los albaceteños The Desserts, Igloo, que repitieron en esta despedida, los ya precozmente añorados Nudozurdo y el mejor concierto que se recuerda en años por estas latitudes que fue el que dieron Manuel Cabezalí y sus Havalina. Y sí, todo ello de la mano de un promotor que dice adiós, cuestión que no es de extrañar ante la imprevisible respuesta que en la mayoría de las ocasiones caracteriza al público manchego.

Cuando Igloo saltaron a escena la afluencia de respetable comenzó a crecer. Desde aquel 2015 los gallegos han ganado en potencia y también en matices. Ofrecieron un directo muy sólido con pasajes instrumentales deliciosos. 

Les dio tiempo a repasar sus últimos trabajos, transmutando su “Reina Ourensana” en albaceteña, haciendo guiños desde Alaska a los a-ha pasando por Blondie. Incluso consiguieron que una “Generación Fatal” de albaceteños cantasen en gallego sin dejar de ollar pra eles. Para finalizar, y apagar sus conductos, recordaron el homenaje que en su día hicieron en Aranda de Duero a Radiohead en el que también coincidieron con Rufus T. Firefly.

Éstos empezaron su bolo despertando el bosque muerto con “Tsukamori” y desde los primeros compases demostraron que son uno de los grupos españoles más en forma. Y es que desde la publicación de Magnolia (Lago Naranja Records, 2017) han perdido el poder del fracaso y solo recorren kilómetros de victorias. Se han convertido en un extraño caleidoscopio que atrae seguidores y los atrapa, hipnotizándolos con extrema dulzura, y haciéndolos flotar sobre el continuo espacio-temporal a bordo de un particular “Halcón Milenario”. “Loto” (Lago Naranja Records, 2018) ha sido la continuación de su ensayo botánico y, junto con el primero, sobre los que pivotó todo el concierto.  “”–O–“, “Demogorgón” y “Cisne Negro” dieron paso a su “Última Noche en la Tierra” en la que dejaron patente que han alcanzado al público como un destello entre las nubes. A estas alturas de bolo hay que hacer un paréntesis. Un punto y aparte.

Por si alguien todavía no lo sabe, no se ha dado cuenta o, directamente, vive en una realidad paralela: Julia no es una batería, es LA batería. Una diosa tocada por la gracia de las baquetas. Impresionante seguramente sea un adjetivo que se quede corto. Espectacular, también. Así, no es de extrañar su protagonismo en escena y que quien los ve por primera vez poco a poco se vaya quedando petrificado observándola y percatándose de que no está precisamente ante “Un Breve e Insignificante Momento en la Breve e Insignificante Historia de la Humanidad”. Parece ser que en Twitter la gente los compara con Tame Impala, pero ninguna falta les hace. Son un rayo que no cesa y hace que a la mañana siguiente, cuando te despiertas, el eco de su espectáculo siga allí. Como una dulce resaca de noche tarantinesca. Como si de “Pulp Fiction” se tratara.

Evitaron romper la atmósfera retirándose antes de los bises y, sin pausa, pisaron el acelerador con su “Nebulosa Jade”, “Druyan & Sagan” y “Final Fantasy”. Remataron su viaje psicodélico con “Magnolia” en la que quedó patente la potencia del bajo de un Miguel de Lucas que también está a un nivel más que destacable. No podían finalizar de otra forma que no fuese con su “Río Wolf” ya convertido en himno icónico de la banda.

Si usted es aún un insensato que no ha presenciado su puesta en escena, siga el aullido de su viento y déjese llevar por su vuelo lisérgico hasta saltar en pedazos. Morirán de amor y nos lo agradecerán eternamente. Como nosotros a Mr. Nobody.