Madrid, 12 de julio de 2018. Espacio Mad Cool. Valdebebas

Con algo de miedo y bastante ilusión nos acercábamos a Valdebebas, en el nuevo espacio Mad Cool, en la tarde del jueves, para lo que se planteaba como uno de los festivales más grandes de Europa. Ochenta mil almas al día llenarían de color una explanada que se convirtió en unos días en un oasis dentro de un desierto, como era la zona de la ampliación del Ifema de Madrid. Cuando planteas algo tan grande, los pequeños problemas se vuelven mayores y afectan a muchas personas. 

Sara Fernández

Sara Fernández

Redactora

Fernando Tello

Fernando Tello

Redactor & Photo

Eso pasó en la primera jornada. Una caída en la red de reconocimiento de cambio de entradas por pulseras trajo consigo que la gente se agolpara en la entrada y se formara una monumental cola que fue carnaza destructiva para todas las televisiones del país. La gente llegó a estar agolpada en la puerta, a pleno sol, con un riesgo evidente, más de dos horas. Eso no se puede permitir, y lo importante del festival, que eran las bandas que se iban asomando a los diversos escenarios, pasó a segundo plano. A eso sumamos  la desesperación del público y el no conocer un recinto nuevo, razón para que el caos se incrementara en las barras de bebida y de comida. El resto de jornadas todo iría mucho mejor y el festival consiguió quitarse de encima todo lo malo, o casi todo, para dar paso a lo verdaderamente importante, la música. Lo mejor, sin duda, de todo el Mad Cool, un sonido impecable en todos los escenarios, que lucieron con fuerza, desde el grandísimo escenario principal hasta la carpa donde encontramos dos escenarios enfrentados. Siete puntos en los que disfrutar desde el principio hasta el final. Y así lo intentamos.

El jueves llegamos pronto para intentar salvar las colas que al final se produjeron. Tuvimos suerte y comenzamos la jornada en el Escenario Mad Cool, el principal, con los británicos Slaves. El público todavía estaba por llegar, pero a pesar de ello, demostraron toda la energía que tienen con ese punk-rock macarra que llevan dentro y que nos enseñaron en todo su esplendor. El dúo se creció en un stage tan grande y terminó a gitarrazo limpio para deleite de la primera fila y de los que se agolpaban a la sombra de la grandísima torre de sonido. Lo primero que hay que hacer en un festival es situarse y conocer, si se puede, todos los lados del recinto. De paseo mirando el flamante Mad y todos sus escenarios nos topamos en la carpa pequeña con el escenario “Thunder Bitch” y el “MondoSonoro”. La carpa es genial, quizás demasiado calor, y tiene sus dos escenarios enfrentados en lo que será un non-stop de ambos. Llegamos para ver terminar a Re-TROS (Rebuilding The Right Of Status) que desde Beijing nos asombran por su sonidos potentes en una propuesta que debemos estudiar con más detenimiento. Rápidamente nos llega la primera división de contenidos. Apostamos por ver unos cuantos temas de Toundra y después dejarnos caer por el concierto de Eels. Los madrileños no defraudan. Lo instrumental está de moda y aquí es gracias a ellos. Temazos sin parar y que no necesitan más de lo que tienen. Virtuosismo llevado a la máxima expresión y además transmitiendo y envolviendo a un público que cada vez es más numeroso y se muestra entregado a Toundra.

Mark Oliver Everett es sin duda un músico de los pies a la cabeza, que lleva desde los noventa haciendo canciones preciosistas y delicadas bien mezcladas con temas más guitarreros. Su banda Eels, es para disfrutar en sala, pero aquí se destaparon como uno de los puntos cumbres de la jornada, a pesar del horario tempranero. Comenzaron arrollando con dos covers de “The Who” y “Prince” que hicieron las delicias del público y dieron luz verde al repaso de la gran discografía de Eels, tocando muchos de los temas que consiguieron forjar a la estrella que es ahora Mr. E.  También sonaron de su último trabajo “The Deconstruction” (2018). Antes de poder terminar con Eels nos acercamos al Koko para poder ver el último tramo apoteósico del gallego Iván Ferreiro. “El Dormilón”, “Como conocí a vuestra madre” y “Turnedó” es quizás el mejor final posible y eso es lo que pasó en el Mad Cool, con absolutamente toda la gente del escenario KOKO entregada ante Ferreiro y su maravillosa banda. Descanso para coger fuerzas y directos a uno de los platos fuertes. Desde Australia disfrutamos de toda la magia y buen rollo de Tame Impala. La psicodelia inundó el Madrid te Abraza Stage, segundo escenario en importancia. El sol iba desapareciendo poco a poco para poder encontrarse con todos los efectos luminosos de Tame Impala en una combinación que se hacía cada vez más extraordinaria. Ya son tres años de “Currents” (Modular, 2015) y sigue sonando potente y envolvente. El setlist estuvo basado en sus dos últimos trabajos, dejando alguna pincelada de su primer disco “Innerspaeker” (Modular, 2010). Una banda joven que se ha convertido en un auténtico top en cuestión de unos pocos años y que mueven a un gran número de fans. La primera jornada estaba resultando brillante en cuanto a música se refiere. Y todavía estamos esperando a los verdaderos cabezas de cartel, del Festival completo, diría yo.

Hacía muchos años que Pearl Jam no venía a nuestro país. Alguno más que no aparecían por Madrid. Así que, la expectación era máxima. Yo creo que la culpa de la venta de más del 50% de los abonos la tenían los de Seattle. Por eso el escenario principal se llenaba e incluso las primeras filas se encontraban llenas mucho tiempo antes del comienzo del concierto de Eddie Vedder y los suyos. Para mi, un sueño cumplido. De esas marcas que vas borrando con los años.  La primera vez siempre se queda en la memoria y nada de lo vivido defraudó. Cuando en tu setlist incluyes siete temas de tu primer disco “Ten” (Sony Music, 1991) las expectativas se hacen realidad. Creo que nadie de los que estaban en el principal salió descontento después de dos horas de canciones, o mejor dicho, de exitazos y hits de todos los años, sobre todo de los noventa. Pearl Jam es más que mi juventud. Pasaron por delante en esas dos horas, muchos recuerdos de instituto, esas cintas de casette. El primer ahorro para comprarse algo que empezaba a ponerse de moda, el CD. Pearl Jam ha formado parte de mi vida mucho tiempo. Quizás sea junto con Nirvana la banda que más ha sonado en lo que es mi banda sonora. La sonrisa se dibujaba en los que superábamos los cuarenta y allí estábamos. Pearl Jam es historia de la música por conciertos como el del Mad Cool. Juegan en otra liga y lo demostraron ante quizás 50.000 personas, aunque creo que éramos más. La voz de Vedder estaba todavía un poco tomada después de esos problemas de hace unas semanas, que le obligaron a cancelar algún bolo por primera vez en su vida, pero eso no fue un problema para poder degustar a Pearl Jam en su máximo nivel. Quizás nadie en todo el fin de semana llegue a ese nivel. El listón está muy alto. Y más si para terminar tu bolo lo haces con “Rockin’ in the Free World” de Neil Young, sublime, extraordinario. Se agotan los calificativos.

Después de los de Seattle comenzaban en el segundo stage los británicos Kasabian. Meighan y Pizzorno son un torbellino en el escenario y eso se contagia entre la gente. En el primer minuto ya había saltado por el escenario. Se había bajado a alentar a las masas y se había puesto a bailar con casi toda la banda. Y todavía quedaba todo el setlist. Kasabian es un valor seguro de diversión y en el Mad Cool no defraudaron. “Underdog” sonó en el segundo lugar, seguida de “Club Foot” y allí comenzó el apocalipsis. Hitazos non-stop. La noche se acababa para algunos de la mejor manera, bailando al ritmo de Kasabian. Con “Fire” se terminaba el despliegue de los de Leicester y nos retirábamos hasta el día siguiente. Comenzaba un Mad Cool con muchos problemas pero donde la música venció por goleada a todos, incluido al propio festival.