Luna nueva, es el tercer adelanto de «Hambre», el próximo disco de Kiko Veneno, que verá la luz está primavera. Antes llegaron otros dos avances, Hambre y Días raros, cada uno con su carácter.
Las tres canciones han nacido en tiempo de confinamiento, pero es Luna nueva la que reclama con mayor sencillez y cercanía un espacio para la libertad y la alegría. En ese sentido, su estribillo nos dice con optimismo: “Tengo un plan revolucionario, voy a besarte”. A su alrededor la melodía crece balanceándose en una rítmica revitalizadora que recuerda a “La higuera” (de su anterior álbum «Sombrero roto»). Una canción más que recomendable para esos días en los que vamos derrotados: “Luna nueva, luna buena / llena de cosas pa ti / tú tienes que ir a por ella / son buenas cosas pa ti”.
Nos lo cuenta el propio Kiko en este pequeño cuento, en lo que es otra forma de describir la génesis y el alma de Luna nueva:
«Por fin habían llegado allí, a la matriz, a la raíz del más grande. Llegaron como siempre, haciendo bromas, moviendo los dedos, despidiendo ondas imparables a su alrededor. El viaje siempre vale la pena, todo tenía un aire de tráiler prometedor. Allí estaba él, el negro blanco, balanceándose en su mecedora. El rock era eso, dejarse mecer por la ola, dejarse llevar.
Se levantó pesada y pausadamente, al compás de una poderosa química que le llenaba la frente de sudor. todos gritaban febrilmente, el humo traspasaba las persianas, afuera chicas hermosas tomaban el sol tiradas en el césped, junto a la piscina, dejando en el aire el olor a melaza de un pastel en primavera. El coronel como siempre, pensando en lo suyo, controlándolo todo. John pensó que todo aquello casaba mal con la mente de un militar, anclado en la memoria polvorienta de los territorios conquistados en guerras crueles y gloriosas.
Se dieron las manos, pero sin fuerza. Le hizo el abejorro a su alrededor, chupando con fuerza su cigarro se plantó frente a él y le dijo: “Elvis, creo que debes darte una nueva oportunidad”. Salieron de allí borrachos, vaporosos, con las huellas digitales cambiadas para siempre. Hicieron una piña, juntaron las cabezas y se dijeron ¡ufff! Elvis se dejó caer de nuevo en la mecedora y por un momento creyó despertar de un sueño.
Entre Evis Presley y los Beatles, entre ganar algo y perder para siempre, entre la uña y la carne, entre la risa de un niño y el ala de un cuervo. No salió la luna y todos se quedaron mirando, muchos todavía sin comprender»