Intertextualidad en el último disco de Rigoberta Bandini
Aunque el gran gurú de la intertextualidad literaria es el francés Gérard Genette, que en su libro Palimpsestos. La literatura en segundo grado acotaba, desarrollaba y descomponía el concepto para hablar, entre otras, también de metatextualidad, paratextualidad, architextualidad o transtextualidad, también llamada hipertextualidad (con su hipertexto e hipotexto), la definición primigenia se la debemos a la semiótica Julia Kristeva, vertida en su artículo de 1967 titulado «Bakhtine, le mot, le dialogue et le roman», incorporado dos años después a su libro Semiotiké (1969). En él expone que «Cada texto se construye como un mosaico de citas, cada texto es la absorción y transformación de otro texto» [1].
Fernando Molero
Redactor
Sin interés alguno en teorizar al respecto, sí es necesario introducir estos pequeños apuntes para que se comprenda mejor esta cata analítica que remite al carácter dinámico y heterogéneo de cualquier tipo de texto, ya que ninguno es, por definición, único, autónomo ni cerrado en sí mismo, sino abierto a otros con los que suele establecer un diálogo. Diríamos, pues, que todo texto es un eslabón de una cadena intertextual que bebe de determinadas fuentes y que sirve a su vez de base para futuras creaciones.
El último disco (un álbum doble de 22 canciones) de Rigoberta Bandini, nombre artístico de Paula Ribó González, lleva por título Jesucrista Superstar. Sin haberlo siquiera escuchado, resulta del todo punto imposible no pensar en la ópera rock de Andrew Lloyd Weber con letras de Tim Rice, publicada como un álbum conceptual (también en dos volúmenes, aunque con 23 temas) en 1970, y que un año más tarde daría el salto a los escenarios de Broadway como un musical. El libreto se ocupa (anacronismos aparte para adaptarlo a la sensibilidad contemporánea de los años 60 y 70, con sus hippies, su buen rollo, paz y amor, hermanos) de los últimos siete días de la vida de Jesús de Nazaret que desembocaron (no es un spoiler) en su crucifixión.
Enamorado hasta la médula de la idea y de la música, el cantante Camilo Sesto se obstinó en producir y protagonizar la adaptación musical al castellano para grabar un disco igualmente doble (este con 25 canciones) y llevarlo a los escenarios de Madrid en una España convulsa, de tiempos difíciles. Corría el año 1975, 6 de noviembre. Franco estaba a punto de morir y aunque soplaban vientos de cambio que anunciaban una posible democracia en el horizonte, las antiguas fuerzas del Régimen no pensaban entregar lo que consideraban suyo así como así. Jaime Azpilicueta se encargó de realizar la adaptación de las letras del inglés al castellano junto a Nacho Artime y de dirigir la obra. Teddy Baustista se ocupó, además de los arreglos y la dirección musical, de interpretar el papel de Judas Iscariote, mientras que una jovencísima Ángela Carrasco asumía el papel de María Magdalena.
Sería largo (y aburridísimo) continuar con la cantidad de versiones de dicho musical anglosajón, incluida la cinematográfica de 1973 a cargo de Norman Jewison.
[1] KRISTEVA, Julia. Semiotiké. Recherches pour une sémanalyse. Seuil, París, 1969, pp. 145-146.
Y así llegamos a Rigoberta Bandini y su Jesucrista Superstar, heredero a su manera de un concepto de construcción intertextual. Así, en su conjunto, puede decirse (siguiendo las directrices de Genette) que este trabajo es un hipertexto por transformación simple de otro(s) hipotexto(s), aunque entre las fuentes originales y su réplica haya una distancia tal a nivel conceptual, temático, musical, etc., que resulta del todo punto imposible establecer conexiones que vayan más allá de unos ecos lejanísimos, de un juego de referencias evocativas que sirven a su autora para inscribir su disco en un contexto dialógico y cultural específico, muy concreto.
Que a Rigoberta Bandini le entusiasma este juego queda patente en muchas canciones de su primer disco: La emperatriz (2022). En él tergiversó, por ejemplo, la letra de aquella mítica canción de los payasos de la tele titulada Los días de la semana, un canto machista para la instrucción de las niñas de los setenta. Ella, con la colaboración de Amaia, le dio la vuelta y la transformó en lo contrario en Así bailaba, un himno a favor de la felicidad y la libertad de las mujeres, que en lugar de planchar los lunes, limpiar los martes, lavar los miércoles, coser los jueves, barrer los viernes, guisar los sábados y rezar los domingos (madre mía, qué tortura, qué crueldad sin paños calientes ni piruetas subliminales, a pelo, como alcohol de garrafón inyectado en vena), se levantan un día contentas y solo tienen que preocuparse de una cosa: de bailar, de lunes a domingo. Por no hablar de las menciones a Julio Iglesias o a Paolo Sorrentino, por ejemplo.
Rigoberta Bandini compone las canciones de su nuevo disco a la edad de 33 años, la misma que tenía Cristo cuando murió en la cruz. «Tengo treinta y tres, soy Jesucrista Superstar, / siempre quise cambiar el mundo sin moverme del sofá», canta en La pulga en el sofá. Y tal vez quisiera ser una estrella en femenino a la altura no del personaje histórico, pero sí de aquella ópera rock de los años 70. O al menos émula de la misma, una alumna aventajada con su seudo ópera pop-electrónica a ratos naif, a ratos intensa y desencantada, casi siempre juguetona y bailable, variada en lo musical, digna hija de su tiempo y de su condición de mujer.
Como he comenzado hablando de intertextualidad como concepto genérico muy amplio, intentaré delimitar las diferencias existentes entre todas aquellas referencias a textos ajenos o a personajes que remiten a ellos y a los que resulta difícil sustraerse cuando se escuchan las canciones.
A la primera de ellas podríamos llamarla autotextualidad o intertextualidad interna, que es la relación existente entre los elementos propios de una canción consigo misma o con otras de la autora, en el contexto que nos ocupa.
Nada mejor que ilustrarlo con ejemplos. La canción que abre el cedé 1, se titula Star. Y los dos versos iniciales rezan así: «Bienvenidas a un disco / llamado Jesucrista Superstar». Rigoberta Bandini es consciente de que su público principal es femenino y a él se dirige: «Siéntete cómoda. / Cierra los ojos / y deja las lentillas donde puedas». Y continúa: «Tengo noticias para esas que están como yo. / He puesto mucha esperanza en toda esta creación». Incluso, a modo de broma, en el tema Cada día de la semana, cantado a dúo con Rémi Fa, artista francés afincado en Barcelona, casi como si fuera un directo, gritan bajito: «Nada, que se acabe la canción ya. / Que se acabe el disco ya». Pero al cedé 2 todavía le queda una más, Abraxas. Si el álbum se inaugura con una bienvenida y una declaración, se cierra con una reafirmación: «Jesucrista es superstar. / Jesucrista es superstar. / Jesucrista es superstar».
Otra modalidad sería la alusión. Se nombra a autores u obras que llevan al lector u oyente a establecer una red de relaciones mentales y culturales que amplían la dimensión significativa del texto. En Jesucrista Superstar hay varias. En la canción Enamorados, Bandini canta: «La ciudad a punto de estallar / y ella escuchando a Maluma». Guste o no la música del cantante colombiano, de Medellín para más señas, llamado Juan Luis Londoño Arias, nombre poco atractivo desde un punto de vista artístico, lo cierto es que Maluma es una estrella internacional del que quien más quien menos habrá escuchado alguno de sus temas de reguetón, como Felices los cuatro, incluido en su disco F.A.M.E. (2018) o Hawái, de Papi Juancho (2020).
En Busco un centro de gravedad permanente (a la que le dedicaremos el siguiente capítulo en exclusiva por su declarada intertextualidad con el tema de Franco Battiato de idéntico título) hay una alusión a un actor de Hollywood: «Me apunté a inglés y soy Sean Penn. / No tengo excusas, doy envidia». Por si alguien no lo conoce, Sean Penn es un actor y director estadounidense que se caracteriza por su compromiso social, pero también porque durante un breve periodo de tiempo fue el marido, nada más y nada menos, que de la auténtica reina del pop mundial: Madonna.
Continuamos con una de las mejores canciones del disco: C.X.T. (Club Xavalas Tristes), en la que le toca el turno a un personaje de ficción surgido de la pluma del escritor Edgar Rice Burroughs que el cine se encargó de popularizar desde sus inicios en el periodo silente. Me refiero a Tarzán, el rey de los monos, que para quienes tenemos una edad tendrá siempre el rostro en el celuloide de Johnny Weismüller. «Son tantas cosas, me subo a la furgo, / me olvido que hay gente, cristales tintados. / Sonrío a mi propio reflejo, me siento Tarzán», canta una Rigoberta Bandini que, atenazada por el miedo al fracaso, a no estar a la altura y a perder eso que tanto ama, se percibe poderosa, como una reina de la jungla a la que solo le faltaría emitir ese mítico grito con el que El Hombre Mono atronaba en la selva mientras se golpeaba con fuerza sus pectorales de acero.
Las cantantes Céline Dion y Sara Montiel (esta última también reputada actriz) forman parte de la letra de Mi niña. La intérprete canadiense, reconocida como «Reina de las baladas», es traída a colación precisamente por su capacidad para crear este tipo de canciones melódicas. «Quería escribirte baladas tipo Céline Dion, / pero es que luego no me salen bien», se lamenta Rigoberta Bandini. Y casi al final, entra en escena Sara Montiel, aludiendo a una de sus imágenes más icónicas: «Que hay que ser Sara Montiel / Pa’ saber fumarse un puro».
Alguien tan alejado del mundo de la música como la activista contra el cambio climático Greta Thunberg también tiene cabida en el imaginario musical de Rigoberta Bandini. La joven encuentra acomodo en el penúltimo tema del cedé 2, el titulado Cada día de la semana. En él se relata el encuentro entre dos personas a lo largo de varios días de la semana y las variaciones anímicas de una de ellas, suponemos (por el uso del yo lírico) que la propia cantante. El sábado quizá le toca el turno a la persona preocupada por el medioambiente: «Me conociste un sábado / hablando de Greta Thunberg (qué maja es)».
Y, por último, esta categoría de la alusión se cierra con una doble referencia directa al guitarrista de origen mejicano Carlos Humberto Santana Barragán, más conocido como Carlos Santana o solo por su primer apellido: Santana. Este músico, un pionero del instrumento en su versión rockera, debutó a finales de los sesenta y se dio a conocer a nivel mundial con un disco titulado Abraxas (1970). Precisamente ese es el título que cierra Jesucrista Superstar. El homenaje es, pues, más que evidente. Por si quedara alguna duda o alguien no conociera este mítico elepé, ella se encarga de recordarnos cuál es el origen de su canción: «Nadie llora como las guitarras de Santana».
En una línea diferente sería necesario incluir todas las citas a textos audiovisuales. Esta hipertextualidad se manifiesta en distintas canciones a lo largo de ambos volúmenes. La primera vez es en el tema Pamela Anderson, uno de los singles de presentación de Jesucrista Superstar. Como le dedicaré un capítulo aparte a esta canción para hablar de los ídolos caídos, no me detendré en ella. Solo adelantar que el solo nombre de Pamela Anderson remite a todo un universo de belleza, televisión, sexo, decadencia, etc. Bandini le dedica todo su cariño y admiración después de verla en un documental del año 2023: «Pamela Anderson / te quiero mucho. / Vi tu documental ayer. / Eran las nueve y diez / de un día duro. / Abrí la tele y te encontré.» Así comienza la canción. Y así termina: «Te juro, Pamela, / que todas queremos / que seas feliz. / Y a todas aquellas / Pamelas del mundo, / les digo sí».
Canciones alegres para días tristes también se ilustra con un texto cinematográfico. En esta ocasión, los citados son los personajes protagonistas de la película Titanic (James Cameron, 1997), todo un despliegue de romanticismo audiovisual y virtuosismo digital al servicio de una inmortal historia de amor. Ellos eran Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, dando vida a Jack Dawson y Rose DeWitt respectivamente. Un amor trágico al que pone fin el iceberg contra el que impacta el transatlántico en las gélidas aguas del Atlántico Norte, cerca de la costa de Terranova. Una historia para emocionarse y echar unas lagrimitas. La visión de la película, lejos de alegrar el ánimo de la cantante, la hunde un poco más en su depresión: «Ser Jack o ser Rose (Ser Jack o ser Rose). / Hoy vi Titanic y aún estoy peor».
La televisión, objeto omnipresente en nuestras vidas y fuente principal de entretenimiento e información en la actualidad con permiso, lógicamente, del teléfono móvil, ocupa un lugar central en nuestros hogares. Y como los humanos somos muy dados al consumo de basura audiovisual para pasar el rato, por una mera cuestión morbosa o por saciar nuestra insaciable sed de chismorreo, a veces encendemos el aparato y nos entregamos sin sensación de culpa a la indolencia de dejarnos arrastrar por las vidas ajenas con nuestras mejores galas. Como en la canción Amore, amore, amore, en la que Rigoberta Bandini nos muestra esta cara despreocupada de su existencia: «Estás en bragas, viendo las Kardashian. / ¿Qué más puedes pedir?».
En la canción Soy mayor combina la hipertextualidad con una relativa dosis de autorreferencialidad. Se lamenta de los peajes de la popularidad y de la manera de hacer periodismo en la actualidad,.Juega con la idea del tiempo pasado y presente, de los mismos miedos, del coñazo de crecer y comportarse con arreglo a lo que mandan los cánones, recurriendo a la cita de un programa de televisión que ha hecho las delicias de padres y chiquillos abonados a la creación de manualidades: «Me entrevistan cada día. / Cortan, pegan, colorean, periodismo de Art Attack».
Para ir concluyendo, además del tema Busco un centro de gravedad permanente, deudor del de Franco Battiato, nos encontramos en el último del disco 1, el titulado Aprenderás, una historia de desamor que, aunque universal (el amor se rompe, alguien sale herido y hay que recomponerse, etc.), recuerda, por la letra, a esa canción que Shakira, con la ayuda de Bizarrap, convirtió en un éxito planetario: Bzrp Music Sessions, Vol. 53, conocida popularmente como Pa’ tipos como tú. En ella, la cantante colombiana vertía una despiadada crítica directa a su expareja, el futbolista Gerard Piqué, y a todo lo que rodeó su ruptura sentimental, infidelidad, suegra y deuda con Hacienda incluidas. Se vengaba con estas palabras ya conocidas por todos: «Te creíste que me heriste y me volviste más dura. / Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan». La versión de la misma idea y parecidos versos de Rigoberta Bandini en Aprenderás es la siguiente: «Pero sí, de algo hay que vivir. / Tú confía en que algún día monetizarás tu herida / y aunque aún duela, pues al menos cobrarás».
Cosas de la intertextualidad, que aparecen y saltan, como las liebres, allí donde menos lo esperamos.
No querría poner el punto y final sin mencionar una última consideración, que si bien cabría situar en los márgenes de todo lo expuesto, cumple una función parecida en cuanto referencia, en este caso, a marcas comerciales que permiten asociaciones indirectas con aquello que representan. Pareciera que Rigoberta Bandini, como ocurre en estas películas o series de televisión en las que se introducen de manera aparentemente fortuita productos que consumen los personajes, siembra sus canciones de marcas reconocidísimas, bien porque se ajustan a la letra, bien porque de alguna manera pudieran contribuir a financiar el producto. Hay que recordar que Jesucrista Superstar, igual que su anterior trabajo, son discos autoeditados.
Por si alguien tiene curiosidad, aquí va el listado de marcas comerciales nombradas:
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- IPhone: «Con el iphone a todo brillo / tu piel de porcelana» (Star). «Me compro un iphone para estar mejor» (Canciones alegres para días tristes).
- Samsonite: «La siguen flashes a montones. / Su rostro dentro de un Samsonite naranja del revés» (Simpática pero problemática).
- El Corte Inglés: «Como un cartel del Corte Inglés / me gusta que te acerques a verme» (Kaimán).
- Coca Cola: «Vuelvo a verme como Coca Cola en tu garganta» (Abraxas).
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Todo el tiempo he aludido a cuestiones y textos anteriores a la creación de Jesucrista Superstar de Rigoberta Bandini. No obstante, este capítulo no termina realmente aquí, porque en lo intertextual habría que incluir también los textos que vienen o vendrán después, ya que las fuentes de una canción, por ejemplo, no están solo por delante de ella, sino que remiten a un tiempo posterior como parte de esa cadena en la que se inscribe ese gran tejido textual de índole universal al que llamamos cultura o arte. Otros continuarán con la tarea en el futuro.