Toledo, 16 de febrero de 2018. Sala Pícaro

Noche apacible en Toledo y con muchos bolos dentro de la oferta que cada fin de semana se ofrece en unos días que poco a poco comienzan a ser temporada alta. La ciudad estaba repleta de gente y quitando tributos inútiles que bien podrían ser realizados con una lista de reproducción y que pienso que lo único que hacen es un mal a la música en directo, nos acercamos a la mítica sala Pícaro para disfrutar de lo que para nosotros iba a ser el mejor bolo proyectado en la noche toledana. Desde Barcelona llegaban unos Holy Bouncer con las pilas totalmente cargadas y un curriculum corto pero plagado de éxitos. Porque telonear a los Primal Scream o al mismísimo Paul Weller no lo puede escribir en su hoja de promo cualquiera.

Fernando Tello

Fernando Tello

Redactor & Photo

Sara Fernández

Sara Fernández

Redactora

Defienden un disco, el primero de lo que seguro será una larga carrera. “Hippie Girl Lover” (Gran Sol, 2017) es una joya, interpretada con maestría por los cinco componentes de Holy Bouncer, pero es que en directo se multiplica todo por diez. Ritmos imposibles y piscodelia a raudales se mezclan con una voz digna de cualquier estrella del rock de unos años 60 o 70 en los que los jovencísimos podrían haber nacido. Aunque tienen algo más, eso que te da el estar unos años más tarde haciendo música sin presión y por gusto. Si algo se les ve es que disfrutan de lo que hacen en directo y eso ya vale muchos puntos. Suenan a los grandes clásicos, con trazas de todos, Rolling, Who o los Doors, con ambiente de garage e incluso llegando a asomarse por los noventa con The Verve o un pseudo grunge de fondo en muchos de sus temas. Quizás si metiéramos todo en una batidora, el resultado no es digno ni del peor bar de carretera, pero los Holy Bouncer lo han convertido en oro molido, que además de comestible es envidiado por muchos. El tiempo les dará más tablas, aunque ya tienen unas cuantas, forjadas en una gira que llega a su fin después de pasar por media Europa. Italia, Francia, Portugal, Suiza y por supuesto el Reino Unido ya han disfrutado de una banda que si algo tiene es que no parece de aquí. Lograrán con la experiencia redondear los bolos y hacerlos más largos, eso seguro, pero eso es una cosa que se aprende con los kilómetros.

El descubrimiento ya era total en cuanto a su primer trabajo pero ahora se completa el combo con un directo arrollador que les hace dignos de compartir cartel con cualquiera y acudir a muchos festivales, sabiendo que van a alegrar el día a más de uno. Lo del público, el cantar de siempre. Los tributos, llenos. Dando al play en la lista de reproducción. Donde estaba el verdadero tributo era en la Pícaro, ese tributo a esa música sesentera donde empezó todo lo que ahora recogemos y donde los Holy Bouncer nos ofrecieron un menú de alta cocina por el precio de bar de carretera. Grupos como éste merecen más notoriedad en una sociedad que se estanca bajo un mandato donde todo vale y si es burdo mucho más.